21 C
Ciudad Mante
martes, septiembre 10, 2024

ANIVERSARIO

- Advertisement -spot_img

Debes leer esto

- Advertisement -spot_img

CARLOS ACOSTA

Éramos tres: Loida, Quintero y yo. Nos reuníamos el día martes de cada semana. Nuestro vicio compartido eran las letras; es decir, teníamos una inclinación, a veces mesurada, a veces patológica, por leer y escribir. Nos habíamos conocido, hacía poco tiempo, en La Peña Literaria «Carlos R. Fantini». Decíamos, sin culpas ni pudores, que lo nuestro podría ser el ego desatado, las historias hilvanadas o lo entrañable del pueblo originario. Y que la salvación de la humanidad estaba en la poesía. Nos provocaba náuseas el esnobismo intelectual y la visión elitista de la literatura.  Corría un año palíndromo, 2002.

 

2

Aunque fuimos verdaderos vagos al andar en un sinfín de cafeterías por la ciudad de aquella época, Café-Café y Arandas, ambos ya extintos, al menos de los sitios emblemáticos en donde estaban, fueron nuestros lugares preferidos. De ocho a once de la noche, nuestra mesa compartida se poblaba de libros, libretas, revistas, cuadernos personales, bolígrafos y café. Todavía era La Era del Papel. Leíamos, en voz alta, por mencionar sólo a tres, a Bryce Echenique, Efraín Huerta o Eduardo Galeano. También de viva voz exponíamos los escarceos personales, lo que empezábamos a producir, de narrativa, crónica y poesía.

 

3

Podíamos ver, con suficiente insensatez y osadía, un horizonte infinito para ser y hacer. Ser y hacer páginas y más páginas de relatos, ser y hacer plaquetas de poemas. Teníamos los bolsillos rebosantes de sueños y la cabeza llena de pájaros. Y ya con eso, era más que suficiente para ser felices. Eran tiempos promisorios. Unos años antes, Quintero había ganado el «Juan B. Tijerina» de Poesía; el cual, en ese año, a mi vez, lo ganaría también yo; y al año siguiente Loida se llevaría el estatal de Crónica. Bueno, que va, ni nosotros nos aguantábamos.

 

4

Con ese equipaje bullendo por las venas y haciendo escala obligatoria en el corazón, un día nos acercamos a Manuel Núñez, Director del rotativo decano de la ciudad: El Eco del Mante. Loida fue el contacto. Yo llevé el logo. Quintero acompañó. Queríamos una página del periódico para publicar lo que escribíamos. Manuel nos escuchó. Pareció pensarlo dos, tres veces. Y nos ofreció cuatro planas. Así, el día lunes cinco de agosto, de aquel año capicúa, apareció el primer número de Colectivo 3. Debajo del logo, pusimos como divisa, un sabio aforismo de nuestro admirado José Saramago: somos la memoria que tenemos. 

 

5

«Nos estamos embarcando en una aventura. En un mar de ideas, letras y proyectos levamos esta embarcación construida con el material de nuestros sueños». Rezaba así el primer texto que escribí para el Suplemento Cultural, y al que mis amigos concedieron la distinción de aparecer en la primera página del primer número. Días después se nos unió Roberto Villarreal y ya éramos cuatro. No obstante, no podíamos cambiar de número en el logo, porque además, luego se nos fueron uniendo plumas destacadas de nuestro estado, del país, e incluso de más allá de las fronteras nacionales (Loida siempre tuvo muy buenos contactos), con lo cual hubiera sido imposible, si no es que desquiciante, surrealista, seguir incrementando el número en el logo del Suplemento. 

 

6

También es bueno hablar de los lectores. Antes de Internet nos enorgullecía que nuestras letras pudieran llegar hasta El Limón o Xico. Al decirlo, claro, nos botábamos de la risa. Fue entonces cuando alguien nos comentó: los lunes se termina muy pronto El Eco en «Revistas Don Luis». Entonces, creímos que eso nos resultaba muy significativo y era motivación extra para seguir escribiendo. Ahora, sobra decirlo, estamos en la red y andamos por ahí -y esto dicho como al desdén- por todo el mundo. ¿Suena pretencioso decirlo?, no lo creo. En el ya entrado siglo veintiuno, todo está al alcance de un enter en la compu o un click en el cel. Aún así, de vez en vez uno recibe felicitaciones por WhatsApp y Facebook de gente que no conoce y de ciudades remotas. Y eso, la verdad, no es poca cosa.

 

7

Con el correr de los años ha pasado lo que en cualquier lugar del mundo sucede. Roberto y Quintero, murieron. Loida se retiró una época por cuestiones de salud. Yo me alejé medio año por dificultades ajenas a mi voluntad. Para entonces, entre los muchos colaboradores (es imposible mencionar a todos), hubo alguien que llegó para salvarnos, así: llegó para salvar a Colectivo 3, y por cierto, hasta la fecha sigue siendo el Editor en jefe: nada más y nada menos que Miguel Ángel Villalobos. Él se encargó de que en las ausencias forzadas, siguieran apareciendo textos nuestros, y de igual manera, estableció una red de colaboraciones con escritores de gran nivel, la cual pervive incluso hasta el día de hoy.

 

8

De modo que apenas hace seis días cumplimos veintidós años de actividad escritural ininterrumpida. Colectivo 3, somos la memoria que tenemos, hemos llegado hasta aquí. Se dice -en este caso se escribe- fácil, ¿no? Y sin embargo. Somos lo que íbamos dejando a letras dispersas, sembradas, al garete, olvidadas, en las páginas de El Eco. Somos gratitud a toneladas para con Manuel Núñez Rangel y el resto del personal del periódico; agradecimiento sin medida para cada uno de los escritores que nos han concedido sus textos, su disposición y su amistad. Y desde luego, reconocimiento a los que ocupan un lugar más que destacado en esta historia: los lectores.

 

9

Y ya hablando en primera persona, soy, otra vez, y las veces que sea necesario serlo, gratitud sin medida para cada letra, cada verso, cada poema, ensayo, testimonio, memoria, de todos y cada uno de los creativos publicados. Incluso estas gratitudes me incluyen a mí también: a las cumbres más altas y a las crisis existenciales que me indujeron, inducen, a escribir. Y todavía más: homenaje a grandes dosis por la memoria de Quintero y Roberto. Y en especial, todas las gratitudes del infinito que soy por dentro, por todos estos años de amistad -felicidades y desventuras incluidas-, por tantas charlas interminables, abrazos, poemas, vino tinto y guitarra, para Loida Eunice Fernández González y para Miguel Ángel Villalobos Gómez, mis dos entrañables mosqueteros. ¡Cuánta alegría, por Dios!

 

10 ¡Salud!

Artículo anterior
Artículo siguiente

More articles

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisement -spot_img

Las ultimas

ENTRE LINEAS

Mis Comentarios

LETRAS PROHIBIDAS

PANORAMA POLÍTICO

- Advertisement -spot_img