Crónica: Bajo la lluvia en La Aguja, corazón del sistema de riego

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A las 13:00 horas llegamos a La Aguja, bajo una lluvia persistente que no daba tregua. La cortina gris del temporal, provocado por la tormenta tropical “Barry”, apenas dejaba ver la silueta solitaria de uno de los trabajadores del Distrito de Riego. Ahí estaba, paciente y firme, observando el crecimiento del caudal del río Mante. Su labor es vital: subir o bajar las compuertas de la presa para que el agua que sale sea igual a la que entra, evitando desbordes y asegurando el equilibrio del embalse.

Antes de arribar a esta emblemática presa derivadora, el arroyo “La Cazuela” nos dio el primer aviso de la fuerza del temporal. A la altura del paraje conocido como “El Sifón”, el agua casi cubría el puente vehicular. Sin embargo, el camino seguía transitable. Antaño, esta vía estuvo pavimentada hasta llegar a La Difusora, en los tiempos del alcalde Pepe Manrique. Hoy, la falta de mantenimiento ha dejado cicatrices que hablan del abandono.

Las huellas del temporal son más evidentes en puntos estratégicos del sistema de riego. Especialmente en los cruces sobre el canal en el entronque hacia la carretera Nacional, cerca de la Curva de San Antonio, y en el camino hacia el Nacimiento. Ambos pasos, paralelos a La Difusora y al aeropuerto, muestran claros signos de deterioro, consecuencia de las lluvias de la semana pasada y las actuales, traídas por “Barry”.

La Aguja no es solo infraestructura. Es historia. Fue la base del sistema de riego 02, el segundo construido en el país, concebido para alimentar de agua al ingenio El Mante, allá por los años del presidente Plutarco Elías Calles. En su época dorada, durante el mandato de José Ch. Ramírez, originario de Veracruz, el sitio fue bautizado como “Balneario Nueva Veracruz”. Un rincón para el esparcimiento familiar, cuyas ruinas aún en pie evocan los días de bonanza de esta región cañera.

Hoy, mientras la tormenta cae sobre los cañaverales, se renuevan las esperanzas de que este histórico balneario pueda ser rescatado y convertido nuevamente en un espacio de recreación y convivencia. Que La Aguja no sea solo un punto técnico del sistema de riego, sino también un lugar de memoria y futuro, donde se practique la pesca deportiva o deportes acuáticos.

A las 14:00 horas dejamos La Aguja. El camino rumbo al aeropuerto, aunque húmedo, estaba libre de contratiempos. Desde ahí, el pavimento nos llevó sin novedad hasta el libramiento. Queda ahora esperar a que el temporal pase y que la vida retome su curso, con la certeza de que la lluvia —aunque a veces temida— es también bendición. Más aún cuando se avecina la canícula, del 3 de julio al 11 de agosto, los temidos “cuarenta días de calor”. Si comienza con agua, dicen los antiguos, será una temporada benévola. Ojalá así sea.

 

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