La mañana aún no despuntaba del todo cuando los primeros rayos de sol encontraron movimiento inusual en las instalaciones de la Asociación Ganadera “Lázaro Cárdenas”. Ya se siente el calor que a mediodía es sofocante en la zona temporalera, la gente miraba con curiosidad la llegada de numerosos vehiculos. No era un político más que venía a ofrecer discursos, sino una visita que, esta vez, traía respuestas.
La alcaldesa Patty Chío arribó al poblado de Nueva Apolonia sin aspavientos pero con una misión clara: entregar apoyos concretos a los productores ganaderos que han enfrentado una de las temporadas más duras en años. Lo hizo con hechos: 40 litros de melaza, 10 pacas de forraje, un saco de sales minerales y otro de sal en grano para cada uno de los 258 productores provenientes de 25 ejidos de la región. Todo subsidiado al 100%.
El ambiente cambió de inmediato. Las miradas incrédulas dieron paso a gestos de alivio, como si de pronto, la ayuda “cayera del cielo”. Los hombres y mujeres del campo —acostumbrados a escuchar promesas que el viento se lleva— esta vez vieron cómo los sacos, las pacas y los tambos se cargaban uno por uno, listos para regresar a los ranchos, donde el ganado esperaba sin saber que ese día sería diferente.
Arcadio Nava Rodríguez, dirigente de la Asociación Ganadera, no escatimó palabras. “Aplaudo la decisión de la alcaldesa por voltear a ver al campo y apoyarnos de distintas maneras con beneficios, pero además me da mucho gusto ver el poder de convocatoria. Aquí vemos productores de distintos ejidos y eso significa que están respondiendo a su llamado”, declaró con orgullo.
La jornada avanzó entre agradecimientos y la logística para que cada productor regresara con su paquete de insumos. Algunos cargaban en camionetas, otros en carretas, sabiendo que el alimento era urgente para vacas que habían resistido meses de estiaje extremo.
Ya con el sol alto, y sin dejar de supervisar la entrega hasta el último productor, Patty Chío se tomó la foto del recuerdo. No fue una imagen para lucirse, sino un testimonio de una gestión que —al menos ese día— demostró que gobernar es también ensuciarse los zapatos en el polvo del campo y responder con hechos, no con ornamentos.
Porque en Nueva Apolonia, esa mañana, la política dejó de ser discurso y se convirtió, por un momento, en alivio real.