POR: MIGUEL ÁNGEL VILLALOBOS GÓMEZ
TARDES
En éstas, mis tardes de domingo,
mi soledad es lo menos importante,
la ausencia es una losa en todos mis días
y no quiero escribirla
en éstos versos que alimenta el río.
Alguna vez fui arena
bajo los pies de alguien,
alguna vez desmedro
y en otras esperanza.
Alguna vez fui agua salada,
fiera, indómita y sin tiempo,
ahora no queda nada
y después de un largo recorrido,
hoy sé, que, como el río,
reposaré mi ausencia
en otra nueva vieja playa.
PODRÍA
Podría llegar a ser el vientre tuyo,
el inicio de la vida en tus entrañas,
ahora que sigo siendo una añoranza
sin materia, sin voz y sin distancia.
Podría llegar a ser viento y aliento
de verano llevándose las horas
que olvidó el florecer de primavera.
Pudiera ser acaso,
sin olvidar el beso,
un invernal silencio
soplando enfebrecido
sobre tu piel sin versos,
sobre tu pelo blanco,
simplemente pudiera, si lo aceptas,
sin mover nunca nada,
sin tocarte en mis versos
ser también un fantasma.
CITAS COTIDIANAS
Siempre sucede
que no quiero volcar mis pensamientos
sobre el blanco papel de éste mi pecho.
Siempre sucede
que el cauce de mis venas, se somete
a la laxitud de lo que pienso.
Y suele suceder,
que la mayor parte
de mis escasos versos,
se esconden en las citas cotidianas.
¿Acaso en mis arterias
se esconde el río de mis ancestros,
aquél que amó Don Carlos,
alimentando éstas breves palabras?
¿Acaso en nuestros días
y noches interiores
navega un río?
Solo sé que sucede, siempre,
que la mayor parte de mis versos,
escasos y sombríos,
se esconde entre las citas cotidianas.
CAMINA AL SUR
Si caminas hacia el sur,
una tarde en que declina el sol,
levanta la mirada al cielo,
después aguza el recuerdo
y mira nuestros pasos,
ellos aún flotan
en nuestra calle silenciosa.
Una tarde cualquiera,
de cualquier mes,
camina unos pasos hacia el sur,
te aguarda calle abajo
la sombra tenue
de un casi niño ausente
empecinada
en guardar nuestro sol
sobre el silencio compartido.
Aún el susurro
de una travesura lo estremece
desde sus pies
hasta su pecho solitario
y en las huellas de tinta
de sus dedos
te reconoce y te plasma
en cualquier blancura,
en cualquier sitio innombrado,
para no olvidarse,
entre la bruma
del tenebroso olvido cotidiano.
DERRAMADA
Se derrama tu ausencia en el silencio
sobre la corona blanca de las olas,
brillante y sola,
mi vieja playa me mira.
Musa de sal y arena
oscilante en mis párpados,
abandonada por mí,
por mis naufragios,
por mis sueños de libertad
abandonada.
Habitante perenne en mis nostalgias.
Escribo en ésta arena
con tu aroma de sal
relumbrante de sol,
con el dedo pulgar
y con el alma,
tu ausencia en el silencio derramada.