Por: Carlos R. Fantini
Nací donde el azúcar es más dulce
y las jugosas cañas crecen más;
en donde el cielo eternamente luce
azul y las aves no dejan de cantar.
Allí donde los hombres son más hombres;
la mujer de belleza angelical;
en donde más felices son los pobres:
en pleno paraíso tropical.
Y crecí al compás de la molienda…
y le robó la música mi lira
al sordo rechinar de las carretas
y a la tronchada caña que suspira
porque le duele abandonar la tierra
que la llenó de azúcar y de vida.
En mi niñez, soñando me sentaba
a contemplar cómo se ocultaba el sol
tras la verde y larguísima muralla
de la enorme Sierra de Cucharas.
Sentía de miel el singular olor
y a la brisa veía peinar las cañas.
Los canales reventando de agua
y mil aves de regreso al nido…
El humo de la fábrica se alarga,
con salvas de silbatos y de ruidos,
como bandera que se pone en zafra.
Por caminos sinuosos y apartados
rodar al malacate de carretas;
los bueyes que las tiran, agachados,
escuchan el silbar del carretero
y palomas moradas que se quejan.
Lugar de ensueño para inspiración
en pleno roce con la naturaleza:
la música invadió mi corazón
y sentí la emoción de los poetas
y la Santa Presencia del Creador.
Con pujante fuerza mi Mante crecía;
se hizo moderno y crece todavía.
Y el campo cultivado hasta parece
un huerto enorme que admirado deja
a aquel que con deleite lo contempla.
Hoy mi lira se llena de ternura
y al tratar de cantar tanta hermosura
siento el placer que la emoción produce,
y al ver a mi región más me convence
que orgulloso gritar puedo muy fuerte
¡NACÍ DÓNDE EL AZÚCAR ES MÁS DULCE!