lunes, febrero 17, 2025

ENTRE EL OCASO Y LA AURORA (2)

Por ALICIA CABALLERO GALINDO

 

    Ocaso y esperanza

Ojos que se vuelven piedra

sin lágrimas, sin luz

manos que perdieron el calor

acariciando el vacío

la nada la soledad

Corazón que se hunde en el hastío

esperanzas

que se cansaron de esperar.

Suspiros que se diluyen en el viento

y se pierden

Mariposas con alas desgarradas

que en su incierta trayectoria

perdieron su color

sin encontrar dónde posarse

porque las flores, son de papel.

Nobles colosos del bosque

uno a uno, mueren de pie,

sin lágrimas, sin quejas

son su cortejo, las aves

que buscan dónde anidar.

Selvas y valles en agonía

ríos que arrastran dolorosamente

semillas de muerte que van al mar.

¡Ese es nuestro mundo!

Humanidad sin humanismo

muchedumbre que se cruza

sin que sus miradas se rocen

perdiéndose en el infinito

en la indiferencia y el miedo.

Luces que se encienden

y desaparecen en la bruma sin brillar.

Gargantas secas

que se cansaron de gritar

oídos que escuchan sin entender

¡Hombres que se creen dioses!

Dioses que olvidaron a los hombres

¿y la esperanza?

¡se niega a morir!

 

    Tu regreso

Mi playa está desierta

apenas diviso

el surco de espuma

de tu barca al partir.

pero en la arena, quedó

tu huella imborrable, serena.

La memoria de tus besos

lamiendo dulcemente

como la espuma mis recuerdos.

Y mi piel desnuda

tendida bajo el sol,

esperando el retorno de tu barca

que al llegar

hundirá su quilla suavemente

con la memoria del retorno

buscará con ternura

el espacio que dejó vacío

y reposará en su lecho

abrazado con infinito amor

por la ávida arena

que trémula espera.

 

    Vida y muerte

Muerte y vida

extremos que se tocan, círculo sin fin

fisura invisible

que une, que separa que hace llorar.

Vacío de ausencia

sentido del siempre y del nunca

valor del hoy

¿el mañana?, ¡tal vez no exista!

¡hoy estoy viva!

hoy puedo soñar, ¡amar!

El sol me acaricia

la vida fluye como río

que corre hacia la mar

irremisiblemente

¡sin detenerse!

Un día se fundirá en ese todo

y su caudal se perderá en la nada de la

inmensidad

¡hoy estoy viva!

aunque en las sombras de un mañana

¿lejano? ¿cercano? ¡no se! . . .

se esconda la muerte

por eso

¡quiero amar con toda el alma!

y beberme cada gota de rocío

quiero sentir tu cuerpo junto al el mío

y abrevar en la fuente de tus labios

quiero mis ojos siempre abiertos

abiertos a la vida y los sueños

quiero paladear cada segundo

como el manjar más suculento

porque mañana

mañana?… ¡no se!

 

    El hoy

El hoy mató al ayer con la aurora

irrumpió impasible, inexorable

empuñando la daga del tiempo

que cegó su vida.

Quedó el acero

escurriendo de minutos de horas inútiles

de recuerdos perdidos

de silencios que duelen

de esperanzas que esperan

salpicó las nubes que reposaban

en las cumbres de recuerdos

de deseos cumplidos

oportunidades perdidas.

La luz de ese hoy agónico se fue apagando

en las horas que cabalgan al ayer

para perderse en las tinieblas

de ese hoy que agoniza.

Breve es el hoy, pero en mi hoy

estoy vivo, estoy aquí

viéndolo morir una y otra vez

y viéndolo nacer con el levante.

Y yo, sigo en mi “hoy”

Y espero…

Sin saber qué, pero espero

 

    El río

El río quiere ser río

porque no sabe ser otra cosa

aunque su lecho polvoso

sólo guarde en su memoria

al bravo caudal

que redondeó sus piedras

y al cristalino roce

de sus aguas tranquilas.

El río

seguirá siendo río

a pesar de la impertinente maleza

que robándole su hálito acuoso

pretende borrar su huella.

El río

será río y cauce

burlando la soberbia humana

que como a fiera de circo

lo quiera vestir de otra cosa.

El río tolera silencioso

la profanación absurda del hombre

sabe que cuando el cielo lo llama

su esencia surgirá impetuosa

y estallará con furia contenida

por largo tiempo en su entraña.

Se adueñará de su cause

abrirá paso en la tierra

y su cuerpo impetuoso

después de su explosión bravía

acariciará con sus dedos cristalinos

la vida que bulle en sus bordes.

El río canta a la vida

ruge como fiera herida

siendo caricia o azote

estruendo que ensordece

como mil corceles en tropel

o mano de seda avariciosa

que se desliza

sobre el cuerpo desnudo

de su amante

o gigante dormido que espera.

El río, fiel a su naturaleza

impredecible y eterno

bravío o nostálgico…

pregona con su voz de cristal

que siempre seguirá siendo río

porque no sabe ser otra cosa.

 

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