POR MIGUEL ÀNGEL VILLALOBOS GÒMEZ
1 Se derrama la noche
sobre mi calle a oscuras,
van gimiendo,
abandonadas, las horas
sobre el concreto ardiente.
Con nada que escribir,
callo mi duelo.
Como el silencio,
el aire,
me canta en los oídos,
arde sien adentro
como arde el pecho sin letras,
sin olvido,
y sin caricia amable
sobre el suplicio altivo.
2
Sobre el recuerdo atroz
reposa nuestra noche.
Sigo esperando, solo,
y con hueca esperanza,
al olor de esta brisa,
horadando el silencio,
ocaso que fulge augusto
sobre aquéllos,
otrora ardientes
y funestos días,
aviones de papel sobre la vida.
La observo solo que está sola,
la observo amante,
cómplice,
testigo,
la observo solo,
y en silencio espero.
3
Mi tristeza sonriente,
renace sobre el polvo
de otras sombras.
Nada despierta el hoy,
nada se erige,
sobre la inmensa nada
que me habita.
Nada es lo mismo,
sin palabras,
ni sonido,
ni algo que irrumpa en estas horas
tan cansadas,
deshilachadas,
sobre la rueca sin manos
y olvidada.
Sin observar la luz de otra mirada,
espero en mi silencio,
solo espero.
4
Se esparce, tímida,
la madrugada de esta calle solitaria,
escucha este lamento,
sordo,
suave,
sobre mis letras sin brillo,
añosas,
arrugadas,
y lo convierte en llanto,
sereno,
fresco,
rutilante de voz y anacronismo.
Ya no espero caídas
soy abismo,
madrugada sin alba y sin destino,
pero sigo en silencio,
en éste nuevo día,
con mi sonrisa austera…
y ya no espero nada.