HOY, EN ESTA EDICIÓN, EL GRUPO “COLECTIVO3” BRINDAMOS UN HOMENAJE A LA ESCRITORA MANTENSE ADRIANA ALTAMIRANO. ELLA AMA Y SIENTE, EN LA INTIMIDAD DE SUS VERSOS, A SU TIERRA Y A SU FAMILIA. NOS HA COMPARTIDO SU LIBRO “GUANTES AMARILLOS” DEL CUAL LES PRESENTAMOS ESTOS POEMAS CON UN ABRAZO FUERTE HASTA LA BELLA FLORENCIA, DONDE RESIDE DESDE HACE MUCHOS AÑOS Y A DONDE LLEVA EL FOLCLOR DE NUESTRO MÉXICO, DONDE ESTÁN SUS RAÍCES QUE NUNCA OLVIDA. UN ABRAZO DE TUS AMIGOS, ADRIANA, GRACIAS POR COMPARTIRNOS TU ALMA EN ESTOS POEMAS.
ADRIANA ALTAMIRANO
Los guantes amarillos largos
los usa temprano en la mañana
e inicia la jornada de trabajo,
se mueven con gracia
en vueltas circulares en azulejos
que desgrasa de residuos de cuerpos
en las duchas,
recogen noblemente
con el pulgar y el índice
cabellos enredados en el resumidero,
proceden con armonía
sin ser mimos.
Los guantes amarillos largos
sacuden tapetes
de cuentos de mil y unas noches
precipitan pelos y pielecillas
nevisca de vejez.
Los guantes amarillos largos
vestidos de gala, suaves y seductores
bailan un tango agotador
con el trapeador,
lavan y lustran pavimentos
donde resbalan
pies de reyes y princesas.
Los guantes amarillos hacen
su trabajo silenciosos
no hacen ni una mueca
separando la basura
se preocupan del reciclaje,
desean un mundo mejor
para los que vendrán.
Los guantes amarillos largos
limpian el WC con cepillo,
enjuagan y enjuagan
tiran la cadena,
dentro el vórtice de agua
se fueron sueños y deseos.
Los guantes amarillos largos
reposan la noche dentro la cubeta
y esperan el alba
que ella los ponga en sus manos
cocidas del desgaste,
los lleva como un mimo
gira, baila, sueña y piensa
que a fin de cuentas
con sus guantes amarillos, largos
trasforma habitaciones ordinarias
en lindas y perfumadas casas
donde reina soberano
Fabuloso.
Percepción binocular
(Eso que no se ve)
De frente al espejo
el párpado del ojo derecho
resbala como una sábana de seda:
seis de la mañana.
Alzas la ceja
la levantas con el dedo índice
después un chorro de agua fría
hace el resto.
Dos líneas de preocupación
montan guardia entre los ojos,
dos hoyos oscuros
como cavernas.
La voz profesional dice:
“¡Son líneas de expresión, señora!”
Observas de cerca tu rostro,
los labios aún adormilados
se extienden en una tímida sonrisa.
Ligeras hebras como filamentos
cubren el labio superior.
La voz habitual dice:
“¡Es el código de barras, señora!”
Te vistes bien,
con determinación
inicias el día.
Diez minutos en la bicicleta fija,
así para calentarte,
empiezas la rutina
para robustecer tus brazos
las mancuernas suben y bajan
en armónicos movimientos.
La piel de los brazos ondea
como ropa tendida en el viento.
La voz que dice:
“¡Señoras, fortalezcan las cortinitas!”
Te miras en el espejo
tu trasero simiesco
ha perdido gracia.
Aún así tu retrato interno,
la percepción de ti misma
es aquella de un campo recién llovido.
Senos
En el abrazo de mi madre
un biberón de goma, supongo.
Ella no amamantaba.
La convivencia con mis hermanas
fue chupar amor del seno de cada una de ellas.
Dos naranjitas en el pecho
redondas y tentadoras
aparecieron una mañana.
Alguien las comió
con gula y pasión;
estaban verdes.
A veces las ofrecí
para consolar,
para consolarme.
Hombres las tuvieron
como trofeos en las manos.
Desde siempre contradictorios,
fuente de placer
y malestar.
Sería mentirosa
si dijera que no he deseado
lenguas que los besaran,
delicadamente, con hambre.
Recuerdo cuánto fueron amados,
las miradas que brillaban,
me sacudían de deseo.
En la maternidad
reconciliación, orgullo,
amor.
Pequeños capullos de rosa
chuparon los pezones oscuros.
La leche bendita
llena y duerme,
un chorrito blanco
se queda en las comisuras de la boca.
Esas naranjitas, después grandes esferas,
celebran hoy su funeral.
Bajo la camisa blanca
dos senos generosos,
flácidos.
Dos globitos desinflados,
nadie se entretiene más con ellos.
Ya no son buenos
ni siquiera para jugar a “gavettoni”.
*gavettoni: tirarse globos con agua a fin de año escolar entre los estudiantes de secundaria.
Imagino
Te imagino leyendo mis poemas
bajo la luz neón en la cocina
basta un segundo y el agua de la olla
desborda, espuma de mar.
Te imagino leyendo mis poemas
en la sala de espera del dentista
esbozas una sonrisa al viejo chimuelo
todo es aséptico, el poema es audaz.
Te imagino leyendo mis poemas
en la parada del autobús
afuera llueve a cántaros, tus anteojos
empañados confunden las palabras escritas.
Te imagino leyendo mis poemas
en el gimnasio mientras pedaleas en la bici
tipos duros levantan pesas con refunfuños,
vanidosos se miran en el espejo.
Te imagino leyendo mis poemas
porque sólo queda amarnos
a través de los versos que todo permiten.
Un instante que evapora
Blancor de luna
inunda el cuerpo
liso, suave
marmóreo Canova.
Despoja – el viejo vestido
rocío de otoño.
En silencio
acariciaba el placer
adormilado.
La Madonna
Al final se salió con la suya.
Me pusieron de una parte
a la vista – pero no como reina
de la alcoba matrimonial –
y eso que aún llevo la corona.
En la esquina más fría del cuarto,
junto a la ventana
donde se forma condensación.
Los vigilo discretamente
embellezco la recámara
protejo tesoros a mis espaldas.
No es que ella no me quiera
de hecho, seguido se dirige a mí
dulcemente.
Tal vez la cohibía
no sabe: que cierro un ojo
en los momentos de pasión.
Una vez al año
él, devoto me llena de ramos de olivo
que, después pierden sus hojitas.
Ella las barre y tira
no sabe que hay que quemarlas
es todavía extranjera, pobrecita.
Hemos envejecido juntos
medios achacosos
de noche tolero pacientemente
ronquidos y silbidos nasales
dormidas de lado o boca arriba.
A fin de cuentas me ha ido bien,
yo en mi esquinita
duermo como un lirón.
El séptimo día
En un tiempo la ciudad se despertaba
el hombre regresaba al trabajo y
los jóvenes a la escuela.
Los peluqueros iban al mar
a reposar y peinar las olas.
Era el primer día.
Después el engranaje de lo cotidiano
tomaba vigor
se adquirían trabajos arduos
pero accesibles
estábamos galvanizados.
Era el segundo día.
La curva energética llegaba a su clímax
los negocios de alimentos y ferretería
en la tarde cerraban las cortinas.
¡Que no se te ocurriera
un lonche o reparar algo en casa!
Era el tercer día.
En seguida se pensaba en el mañana,
estaba cerca y consolaba.
La pausa de la comida era larga
en la mesa se servían ñoquis de papa.
Los comerciantes abrían a las cinco.
Era el cuarto día.
Después, de Livorno llegaba el bacalá
con garbanzos y era una fiesta.
El ambiente era alegre
las mochilas volaban
todos listos para bailar.
Era el quinto día.
Entonces, en la mañana las amas de casa
volteaban la casa, corrían al mercado
las terrazas perfumaban de pompas de jabón
las escaleras del ragú que hervía en la olla.
Algunos dormían profundamente.
Era el sexto día.
En la mañana íbamos a misa
con el vestido elegante y los zapatos brillantes
a mediodía estábamos todos juntos
a comer el tiramisú.
Después al improviso bajaron las tinieblas
y ya no hubo luz, el firmamento se canceló
y ya no hubo tarde, ni día,
la tierra y el mar se confundieron
el sol quemó las estrellas
el hombre codicioso se engulló la tierra,
y secó el agua.
Y creó el dios Dinero.
Y así el séptimo día dejó de existir.
*Notas de viejas costumbres italianas: el lunes cerraban los negocios de peluqueros y salones de belleza. El miércoles en las tardes cerraban los negocios pequeños de productos alimenticios y ferreterías. El jueves era tradición preparar para la comida los ñoquis de papa. El viernes se preparaba el bacalao a la livornesa con tomate y garbanzos. El sábado se hacía el súper, la limpieza de casa y se iniciaba a preparar el ragú de carne para la pasta del domingo. Y el domingo se iba a misa muy arreglados y se preparaba el postre tiramisú. Todas estas tradiciones han cambiado con el neoliberalismo.
Había una vez una sala
Sentada en el escalón de la entrada
escucho el silencio de la sala
la habitación tiene un aspecto enfermizo
un color ámbar, pálido.
Los recuerdos suspiran melancólicos,
polvo sobre el polvo, estornudo.
El tiempo de la abundancia terminó
el brillo de la plata y
las copas champañeras
aparecen como instantáneas del pasado.
Sumida en un sueño de pensamientos
envejezco.
Del techo un goteo de lágrimas cae,
un tazón las recoge,
manchas en el muro dibujan mundos
en el suelo el mármol de Carrara se rompe.
Una cadena de insectos desfila en las grietas
la espalda curva agobiada.
Las arañas bordan con destreza cortinas de encaje
destellos de luz se filtran por las persianas.
Las salamanquesas pasean en los muros,
con su andar de infinita levedad.
La garganta se ahoga
sollozo.
Fantasmas de bellas señoras
sentadas en el viejo diván endurecido
escuchan una historia de amor.
El carillón sin bailarina gira desconsolado.
Afuera se mecen
las hojas de las palmas.
Partiste muy pronto
y nos quedamos cojeando,
sin tu guía y tus silencios.
Tú eras el muro de contención
nosotros simples tabiques.
Abrumados por el pasar del tiempo,
somos bisagras oxidadas.
Los cimientos – madre
resisten a los temblores.
A veces pienso que gozaste
de lo mejor de la vida,
cuando había libertad
y prosperidad de postal.
Si supieras cómo se vive hoy,
encerrados en la casa,
media cáscara de nuez
como cielo,
olor de moho
y vivos sólo por recuerdo.
Te fuiste demasiado pronto.
Te ruego: rompe el silencio,
baja a poner puntales
para evitar el derrumbe.
La habitación cerrada
I
La habitación cerrada
llena de ratones –
toman domicilio
y se quedan en la oscuridad,
sin respeto mordisquean
y agotan el músculo
que sumiso los acoge.
No son capaces
de salir de su escondite.
II
En la habitación cerrada
las luciérnagas confundidas
golpean las alas,
retozan
deseos atrapados.
desgarran el respiro
en arbustos espinosos –
condenando
al olvido.
III
De una rendija
de la habitación cerrada
espía temerosa,
prefiere
andar a tientas
alrededor de las paredes.
No ve esa luz
que tenue
parpadea.
IV
La habitación cerrada
ofusca la mente
por falta de aire.
Una luz blanca
libertaria
libertina
te informa del mundo
cloroformo
del totalitarismo.
Fauces
El viejo león
abre las fauces.
Los dientes afilados
se intercalan en la cavidad,
el colmillo que falta
ha puesto en desorden
la masticación,
salvajemente arranca
la carne del conejo
con furia, en apneacrujidos,
respiración suspendida
Fauces
El viejo león
abre las fauces.
Los dientes afilados
se intercalan en la cavidad,
el colmillo que falta
ha puesto en desorden
la masticación,
salvajemente arranca
la carne del conejo
con furia, en apneacrujidos,
respiración suspendidadespués
escupe un huesito,
la pobre bestia
rueda en la faringe
lo demás va directo
al estómago.
Abajo abajo abajo
las miradas en la mesa
van siempre más abajo.
El ángel del tedio
El ángel del tedio
no es gracioso,
tiene un rostro pálido
ojos inmóviles,
se mueve silencioso
como una araña.
El ángel del tedio
hace ruido sólo
cuando bosteza,
solloza como
un motor viejo.
El ángel del tedio
tiene las alas arrugadas,
holgazanea día y noche
desahuciado de la alegría.