Marco Rubio, visto desde Matamoros y Reynosa.
Por Jorge Chávez Mijares.
Idiomas, corbatas y fronteras.
Querido lector, en la cancillería mexicana, el día de ayer las banderas ondeaban sin viento, erguidas como guardianas de un teatro binacional. A la izquierda, Marco Rubio, para mi admirable: traje oscuro, corbata roja, la misma tonalidad que en la política se usa para marcar urgencia, poder y advertencia. Vaya que su fisionomía transpiraba poder y su ejercicio.
A la derecha, Juan Ramón de la Fuente: traje sobrio, corbata discreta, semblante sereno de médico que conoce la importancia de cada palabra. Entre ambos, el escudo y el mural de una patria vigilante, recordando que la diplomacia también es escenografía.
Cabe señalar que Marco Rubio habló dos veces cada vez: una en inglés para Washington y otra en español para la frontera. En el idioma inglés desplegó doctrina, cifras y designaciones legales; en la lengua de Cervantes, aunque él dijo que habló en cubano, explotó barcos, recitó extradiciones y advirtió que “puede pasar de nuevo”. “Te lo digo a ti Venezuela, entiéndelo tú México”. En inglés, la lengua de Shakespeare se mostró enviado de Trump; en español, socio agradecido de México. La misma idea vestida con dos trajes distintos: uno para el Capitolio, otro para Palacio Nacional.
De la Fuente, en contraste, repitió como letanía la Doctrina Estrada, los principios de la Constitución: soberanía, no intervención, solución pacífica. Lo hizo en español y solo a la pregunta de Erick Martin de Bloomberg en inglés respecto a la postura del Gobierno mexicano en lo relativo a Venezuela y Maduro, como quien recuerda que los muros jurídicos también se alzan con palabras. Si Rubio parecía un fiscal con corbata roja, de la Fuente proyectaba la calma de un canciller que abre la puerta, pero nunca la ventana de la subordinación.
Las diferencias son reveladoras: en español Marco Rubio habló de 55 extraditados; en inglés, de 59. El número varió como varían los tiempos de espera en el puente: detalle mínimo para la prensa del norte, pero detalle que en Matamoros o Reynosa significa si el cruce dura veinte minutos o tres horas. Y en esa aritmética vive la frontera, donde cada palabra se traduce en una fila más corta o en un tráiler detenido.
El Caribe fue otro escenario de contraste. En inglés, Marco Rubio delegó en el Pentágono la precisión de los objetivos. En español, teatralizó la escena: “explotó un bote, y puede pasar de nuevo”. Me quedó claro, para Washington, manual operativo; para nosotros, advertencia a quemarropa. La frontera entendió de inmediato: cuando el norte habla en inglés, dicta doctrina; cuando habla en español, marca la cancha.
De la Fuente no se movió de su brújula. Su fisonomía reflejaba mesura, como quien sabe que la sobriedad también es armadura. A cada misil verbal respondió con principios: soberanía, autodeterminación, no intervención. Y para equilibrar la balanza, añadió cifras propias: –93 % en encuentros fronterizos, –50 % en fentanilo incautado, –32 % en criminalidad. La frontera escucha esas cifras con escepticismo práctico: si son ciertas, cambian el ritmo de la maquila, los horarios de los transportistas y el pulso de los cruces diarios.
Lector con espíritu socrático, hubo también silencios que pesan. Cuando el reportero Erick Martin de Bloomberg preguntó directamente si con este anuncio de cooperación Estados Unidos levantaría el arancel del 25 % impuesto a México por considerar ineficaz la lucha contra el fentanilo, Rubio no respondió. Fue una evasión diplomática en toda regla: la corbata roja, tan elocuente para hablar de barcos explotados, se volvió muda ante un tema que afecta de manera inmediata a la economía fronteriza. Ese vacío dice tanto como un discurso entero.
Aquí, en Matamoros y en Reynosa, el bilingüismo no es un lujo: es supervivencia. Las corbatas, los podios y las banderas se traducen en cateos, decomisos, revisiones y demoras. Lo que Rubio proclama como doctrina en inglés, se convierte en operativo en los puentes; lo que De la Fuente defiende como principio en español, se convierte en negociación en cada garita. Porque aquí todo discurso cruza: en tráiler, en pasaporte, en rumor de fila.
Al final, la fotografía lo dijo todo: a la izquierda, la corbata roja de Rubio como misil en miniatura; a la derecha, la sobriedad de, de la Fuente como candado constitucional. En medio, dos banderas gemelas que recuerdan que, más allá de la retórica, la frontera no pregunta en qué idioma se habló: solo quiere saber qué le tocará vivir mañana.
Querido y dilecto lector, ayer al escuchar la conferencia de prensa de Rubio y de la Fuente, pensaba que la frontera es políglota y desconfiada: sabemos que lo que se dice en inglés se firma en Washington, y lo que se dice en español se siente en Matamoros y Reynosa.
El tiempo hablará.
