LOCURAS CUERDAS

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Fragmentos sobre la arena: el llamado de Matamoros a SpaceX

Por Jorge Ignacio Chávez Mijares

La presente columna bien podría ser titulada “Carta a Elon Musk. 

La Playa Bagdad, al oriente de Matamoros, es más que una franja de arena frente al Golfo de México.  Es un pulmón costero, un santuario natural para aves migratorias y especies marinas, además de refugio recreativo y económico para miles de familias. Pero de cierto tiempo a la fecha, ese horizonte antes sereno ahora convive con una presencia nueva y poderosa: la de los cohetes de SpaceX, que despegan con estruendo desde Boca Chica, Texas, apenas algunos kilómetros al norte.

Querido lector, lo que comenzó como admiración por la conquista del espacio se ha convertido, para los matamorenses, en motivo de inquietud. El punto de inflexión llegó a finales de 2024, cuando uno de los cohetes Starship explotó en pleno ascenso sobre el Golfo de México (o de América). La columna de humo fue visible desde nuestras costas. Días después, pescadores y bañistas reportaron objetos metálicos, chamuscados y extraños, arrastrados por el oleaje hasta Playa Bagdad.

Nadie vino a recogerlos. Nadie ofreció explicaciones. Mucho menos, una disculpa.

Cabe señalar que los fragmentos espaciales, lejos de ser simples escombros, representan una amenaza latente para el ecosistema marítimo. Basta una pieza cubierta de residuos químicos o restos de combustible para alterar hábitats delicados. Las tortugas que anidan en estas playas, los peces que sostienen la pesca local, los corales que apenas subsisten: todos están en riesgo si no se pone atención a lo que cae del cielo.

Y es justo ahí donde la admiración por la innovación debe ceder ante una exigencia ética: si SpaceX tiene la tecnología para orbitar Marte, también debe tener la responsabilidad de proteger la Tierra —y más aún, las tierras que no son suyas.

Sesudo lector, este llamado no es una confrontación, ni una negación rustica a la modernidad. Es una invitación firme a la rendición de cuentas. La ciudadanía de Matamoros, el gobierno municipal y las organizaciones ambientales tienen derecho a exigir una evaluación de riesgos, un protocolo de respuesta y, en su caso, compensación por daños a la biodiversidad y al uso turístico del litoral.

Como matamorenses no pedimos que cancelen lanzamientos, sino que reconozcan que cada uno de ellos puede tener consecuencias a este lado de la frontera. La contaminación no pide visa. La responsabilidad, tampoco.

Matamoros merece más que ser una nota marginal al pie en la historia de la exploración espacial. Merece respeto, protección y presencia. Y SpaceX, como empresa con alcance global, debe estar a la altura de sus impactos.

Querido y dilecto lector, la próxima vez que un cohete surque los cielos, ojalá alguien en Houston mire también hacia el sur, hacia Playa Bagdad. Allí donde los sueños del espacio terminan cayendo, fragmentados, sobre las olas de un ecosistema que aún resiste.

El tiempo hablará.

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