LOCURAS CUERDAS

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Matamoros: donde el pie diabético dejó de ser sentencia.

Con aprecio y agradecimiento al Doctor José Isabel Perales de Victoria.

Hubo un tiempo en nuestra región en que los números no eran solo cifras, sino tragedias con nombre y apellido. Eran un drama de enormes dimensiones para las familias de Matamoros, cuando nueve de cada diez pacientes con pie diabético veían su destino sellado con la amputación, como si un oscuro conjuro les arrebatara el camino. Pero hoy, esos números han mudado de piel y cuentan una historia distinta: la estadística se ha revertido plácidamente, y ahora nueve de cada diez pacientes salvan sus extremidades, como si la ciencia y la esperanza hubieran tejido un milagro silencioso que les devuelve el derecho de caminar su vida completa.

Este logro tiene el nombre de varios galenos que consultan en Matamoros: Guillermo Hernández Gracia, Guillermo Guerrero Torres, David Aguilar Izaguirre y Aidé Padilla Mata. Sus nombres resuenan como campanas de esperanza en los pasillos de hospitales y clínicas, pues cada uno, con su ciencia y compasión, ha tejido un destino distinto para los pacientes. Son una pléyade de profesionales de la salud, astros que iluminan el cielo médico de la región y que, desde ya, están dejando un legado retador para las nuevas generaciones, un legado que se expande más allá de nuestro entorno, con reconocimiento nacional, como si sus manos sanadoras llevaran en secreto la luz de un milagro silencioso que devuelve los pasos perdidos.

El sábado 28 de junio asistí a lo que fue un curso básico sobre el pie diabético. Sabía que gravitarían en el ambiente una serie de tecnicismos médicos poco familiares para mí, pero eso era lo de menos; mi intención era empaparme del tema, comprender un poco más de esa realidad que acecha silenciosa a tantas personas. Y me llevé una grata sorpresa. La primera fue conocer la numeralia que ya mencioné, esos números que, más que cifras, me parecieron como oráculos que narraban el pasado oscuro de la enfermedad y la nueva luz que los médicos de Matamoros han encendido para sus pacientes.

A las 8:38 de la mañana dio formalmente inicio las pláticas que se presentaron como “Curso-Taller del Pie diabético” que organizó el Colegio de Médicos Familiares y Asociados del Noreste de Tamaulipas que preside la doctora Carmen Torres Martínez en las instalaciones de mis amigos de Canacintra-Matamoros, quienes dicho sea de paso acaban de ser ratificados como organismo consejero de la JAD en la persona de Oscar Macario Farias; ahora entiendo el comunicado de hace varios días, pero no dejemos que esta digresión nos distraiga del tema toral que hoy nos ocupa. 

Sesudo lector, fui invitado por el doctor Guillermo Hernández Gracia, quien a la sazón fungió como moderador de dicho evento y abrió el panel de especialistas en un auditorio de lujo, como lo son las instalaciones de la Canacintra, ante una audiencia compuesta por profesionales y estudiantes del área médica. El doctor Hernández Gracia comenzó hablando sobre las generalidades del tema con un tono que transpiraba sabiduría, como si cada palabra suya despertara antiguas memorias de la ciencia. Su plática giró en torno a reflexiones filosóficas y antropológicas forjadas en su vida dedicada a la enseñanza y al ejercicio de la medicina. Saludaba y mencionaba ocasionalmente a personas que reconocía en la audiencia, dotando a su locución de un toque de amenidad y calidez, como si, con cada nombre pronunciado, encendiera una pequeña lámpara de cercanía en medio de aquel auditorio iluminado de ciencia.

Citó para los alumnos un aforismo de Lao Tzu que a la letra dice: Cuando el discípulo está listo, aparece el maestro. Cuando el discípulo está realmente listo, el maestro desaparece, para dar realce a esa relación académica inexorable entre alumno y maestro teniendo como centro la enseñanza que se traduce en educación. Los tenía atrapados con su conferencia, cuyas palabras danzaban en el aire como luciérnagas de sabiduría, iluminando en cada alumno el sendero secreto que solo ellos podrían recorrer cuando el Doctor Hernández Gracia convertido en bruma, desapareciera.

Hizo una breve presentación de sus colegas ponentes, el Doctor Guillermo Guerrero Torres y el Doctor David Aguilar Izaguirre, cuidando no invadir los temas que ellos abordarían, como si sus palabras fueran aves que no deben posarse en nidos ajenos. Había en su voz un orgullo latente, casi invisible pero perceptible como el aroma del café recién hecho, (Al momento de escribir la presente me tomo uno) al recordar que fue maestro de ambos en la Facultad de Medicina de la UAT en Matamoros, donde les enseñó a mirar el cuerpo humano como un territorio sagrado que merece ser sanado con humildad.

Ambos cirujanos, ahora convertidos en manos expertas capaces de devolverle el camino a los pies cansados del diabético, escuchaban con respeto. Mencionó conceptos técnicos como insuficiencia vascular y síndrome doloroso abdominal, que flotaban en el aire del auditorio como conjuros médicos, dando empaque y solidez a su plática, mientras los alumnos y colegas sentían que asistían no solo a una conferencia, sino a un rito antiguo donde la ciencia se convertía en esperanza.

Mencionó el hecho histórico de la evolución favorable en Matamoros en la atención del pie diabético, señalando con orgullo que en nuestra región nueve de cada diez pacientes logran salvar sus extremidades. Atribuyó este logro a la presencia de profesionales de la salud extraordinariamente preparados, cuyas manos, dijo, parecieran tener el don de detener el avance de la enfermedad y devolver la esperanza a quienes ya sentían sus pasos contados. Fue un momento en el que sus palabras no solo informaban, sino que encendían un brillo de dignidad en la historia médica de Matamoros.

Querido y dilecto lector, siempre quedaran pendientes muchos tópicos al respecto, pero debo decirte que acorde con lo que mencionaron los tres ponentes, debes saber que en Matamoros contamos con uno de los porcentajes más elevados de salvamento de extremidades en todo México en el tratamiento del pie diabético. Así lo confirman los datos que se comparten en los congresos médicos, donde nuestra ciudad brilla como un faro de esperanza en medio de un país que aún lucha contra la oscuridad de esta enfermedad silenciosa. 

El tiempo hablará.

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