POR ALICIA LEONOR
TRANSICIÓN
Viajábamos ladera arriba como perros del campo
olía a yerbas fragantes de vísperas de verano.
¡Cuántas fragancias!
Pintábamos estrellas de papel
en nuestros trabajos de ciencias.
Pero la vida cambia
bruscamente revuelve todo.
Quedé huérfana de naturaleza
rama seca en un jardín enorme.
Me costaba hallar remansos.
Me alejé
perdí las huellas de mis pies
entre esa multitud de hormigas.
Escuchaba el gemir de la madrugada
al morder la soledad
y volvía a acomodarme en su regazo.
¡Me costaba tanto irme!
Toda yo quedé revuelta inmóvil
arrullada por el viento entre sus ramas,
poblándome de musgo
¿Quién soy?
Todavía no he podido dar fin a la tarea.
No tengo cuerpo. Soy cuerpo
y cuando ya no sea,
solo entonces…dejaré de ser.
TIEMPO SIN TIEMPO
Hay lugares, aromas y objetos
que son ausencias presentes
cantan, gritan, y te sumergen
travesía visual hasta sentir su espíritu.
Hay personas que se filtran
por las cicatrices de las paredes,
las acaricias y se adhieren a la estancia
a los cajones desvencijados del peinador
y no tienes el valor para deshacerte de ellos.
Hay objetos que te hablan y cuentan historias.
Como el libro deshojado de Rayuela.
la callada armónica que reclama su lugar.
¿Cómo mandar a la basura esas figuras mutiladas?
A veces, al sentarme en la penumbra
me toma por sorpresa un coro de voces.
Hablan de fechas, citas, café, libros, lágrimas,
piel-sexo, brazos y abrazos.
Son los aromas, los lugares, los objetos, las personas
sigue impresa su presencia muy dentro de mí.
ESTA NUBLADA SEMANA
las palabras incoherentes
se tambalean como Poe
en esa tarde de octubre.
Se rehúsan a manifestarse
están hartas de saborear el filo
de esta abrupta vertical que solloza
del costado izquierdo.
Junto a estos huesos cansados
les da pereza volver a ser trazo firme.
Y cómo una mancha plastificada
comienzan de a poco
a difuminarse.
TE VAS A EXTRAÑAR
porque al tambalear la cordura
estarás inmerso en la melancolía.
El presente perderá significado,
caminarás por tardes lluviosas
regodeándote en un romance
auto compasivo.
Guarda memorias
porque el agobio de la nostalgia duele,
es un sentimiento de pérdida.
Querrás regresar a esos inviernos
de temperaturas gélidas,
buscando cura para esa sensación
de sentirte en casa y a la vez ajeno.
Guarda memorias
para aspirar su atmósfera;
cuando añores recuperar su romance,
las fantasías a que te abrazarás
serán nubes que construirán contigo
un hogar.
HOY POR LA MAÑANA
me he sentado a escribir poemas.
Tal vez deba despedazar la hoja blanca
y tirarla al bote de basura.
Ir a la cocina y limpiar las lágrimas
que escurren de la jarra roja
donde hierve el té.
Ya no quiero hablar de alturas
de vértigo
de alas.
Ni quiero contarles
que la vida es una talla más chica
y me volvió equilibrista.
Amiga de la incertidumbre
rehúso seguir plasmando poemas
de este brutal sinsentido.
Afuera los buitres se burlan
de esta realidad que asfixia.
UNA MANCHA EN EL TECHO
es solo una mancha
ojos y sonrisas en el piso,
y por las paredes.
Platicaba con ellas al vestirme
para ir a clases. En el camino saltaba
para no pisar las rayas,
soñaba explorar historias,
caminos y horizontes.
Me hicieron audible y sonriente
pero ya no lo soy.
Ahora otros ojos me miran
desde la pared grafiteada camino al trabajo
no me hablan.
Ya no salto y piso las rayas,
sin prestarles atención.
Miradas duras y sin boca
que me quieren callada;
comenzaron a llegar silencios inútiles,
y sin respuesta.
Todo grita y se manifiesta.
Hoy
dos ojos y una nariz me interrogan
desde el espejo.
DESNUDA BAJO LA LLUVIA
La tormenta estalló sin aviso,
y corrí a cerrar las ventanillas del carro.
Pero mi vestido, tan frágil como mi alma,
se rindió a la lluvia.
Gotas de agua como lágrimas
deslizaron por mi piel, mis senos,
donde late el ritmo de mi verdad.
Levanté la cara al cielo, y la lluvia me besó
con sus labios fríos.
Balbuceé:
“Que llueva, que llueva».
y con cada gota, sentía quitarme una capa,
como serpiente que muda su piel.
Me mostré, desnuda y vulnerable.
La lluvia me lavó, y fue llevándome
por laberinto de sombras y deseos,
donde el placer y el dolor bailan sin fin.
La caricia es un susurro que despierta y crece.
El cuerpo se funde en un abismo
ecos que resuenas.
Porque las almas más heridas sienten el vacío
aun en los brazos del otro,
la melancolía las envuelve.
Escuché a unos chiquillos juguetear con la lluvia.
Nadie puede escapar
de la bestia que lo habita,
que lo acompaña y lo persigue.
Alicia Leonor. Tamuín, San Luis Potosí, 1968. Radicada en Matamoros, Tamaulipas, desde 1990. Licenciada en Administración de Empresas y Contaduría Pública. Poeta, narradora. Promotora de lectura. Coordinadora del Maratón de Lectura Creando Lectores. Cuento infantil “Letras de Navidad” (2020). Poemario “Me reivindica la noche” (2021)