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¡Presente, siempre la Marina!

Cuando la tragedia asoma y el agua rompe fronteras naturales para convertirse en amenaza, los ciudadanos de a pie no miran partidos políticos, ideologías ni discursos, voltean al cielo esperando una señal de auxilio. Esa señal lleva años teniendo el mismo uniforme, el de las Fuerzas Armadas mexicanas.

En este temporal, la Secretaría de Marina ha vuelto a cumplir, sin regateos ni protagonismos, con lo que dicta su vocación: servir.

En los poblados de El Moralillo, Tantima y Ozuluama de Mascareñas, la activación del Plan Marina ha representado algo más que la movilización de 3,379 elementos, 61 vehículos, 18 embarcaciones, 6 aeronaves y 6 equipos especializados. Ha significado la diferencia entre el abandono y la asistencia, entre la desesperación y el alivio.

Esa cifra humana y operativa no se resume en números, se traduce en calles limpias, en atenciones médicas a tiempo, en mujeres, niños y adultos mayores que pueden volver a dormir con la seguridad de que no están solos.

Y no sólo en Veracruz y Tamaulipas se escucha el eco de la Marina, también en los estados de Oaxaca y Guerrero, donde los efectos de los fenómenos naturales todavía laceran las comunidades más vulnerables. Ahí, los 3,552 elementos y su despliegue —con vehículos, aeronaves, embarcaciones y herramientas— no han cesado ni un solo día en las tareas de recuperación: liberando caminos, quitando escombros, entregando despensas y ofreciendo atención médica gratuita.

En estos momentos de emergencia, en los que el Estado mexicano tiene la obligación de mostrarse protector, la Marina ha sido faro en medio del descontrol climático. No es poca cosa. Es un ejemplo de logística, de compromiso real con la ciudadanía, y de una vocación por servir que ni las lluvias más intensas pueden disolver.

Mientras muchos se cruzan de brazos esperando que pase el temporal, las fuerzas federales se meten al lodo, navegan entre las corrientes, limpian el desastre y entregan esperanza. Y ahí es donde México, más allá del discurso, demuestra que sabe proteger a los suyos.

En la intimidad… En medio del caos provocado por el temporal, la palabra “liderazgo” tomó forma y rostro en Altamira. Armando Martínez Manríquez, presidente municipal, no se guardó en la oficina. No se conformó con boletines, ni esperó a que la crisis se contara en redes sociales. Se subió a las camionetas, caminó entre el fango, revisó el sistema lagunero del Champayán y dio certezas con base en información técnica: la cresta ya había pasado, las inundaciones podían descartarse.

No es casualidad. Martínez Manríquez ha hecho de Altamira un ejemplo de coordinación institucional. En esta ocasión, su reacción inmediata y su comunicación directa con la ciudadanía fueron claves para prevenir una crisis mayor. No es populismo, es cercanía. Es entender que gobernar también implica mojarse los pies, literalmente, cuando el agua amenaza con entrar por las puertas de las casas más humildes.

Hoy, Altamira no sólo es la Ciudad de la Transformación, también es un municipio con rostro humano, con funcionarios que saben estar cuando se les necesita – hay dos que tres abogados todos mensos, pero, bueno- Porque, al final del día, eso es lo que espera la gente de sus gobernantes: que aparezcan en la tormenta, no sólo cuando sale el sol.

davidcastellanost@hotmail.com
@dect1608

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