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domingo, junio 30, 2024

Casa Hogar Mamá Paulita una historia de amor y abnegación

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Nació como respuesta a niños que precisaban de un hogar y Doña Celia Osuna lo creó en 1958

POR: JUAN JOSE MATA BRAVO Cronista de la Ciudad.

La historia de la Casa Hogar «Mamá Paulita», Asociación Civil, es una historia de abnegación, de entrega y de esfuerzo permanente, para dar a cientos de niños de la región de El Limón, municipio de El Mante, una razón para vivir y para amar la vida. Allí han encontrado algo que, en sus propios hogares, por las causas más distintas, no tuvieron: amor y calor humano, emanado de seres altruistas, dueños de espíritus superiores, ajenos a la mezquindad o la ruindad.

Por eso hoy queremos contar, así sea pálidamente, la historia de la Casa Hogar «Mamá Paulita» y de una de sus principales benefactoras: Doña Celia Osuna viuda de Hernández.

La Casa Hogar «Mamá Paulita» A.C., establecida en 1958 en terrenos de la ex- hacienda La Unión, que fue propiedad del general Gregorio Osuna Hinojosa, nació como respuesta a ingentes necesidades de niñas y niños de la región, que precisaban de un hogar que sustituyera al familiar, puesto que muchos de ellos eran huérfanos o desamparados.

La idea original partió de las señoras Celia Osuna de Hernández y su hermana, Matilde Osuna de Ruíz, quienes en virtud de la gran cantidad de casos de niños urgidos de cuidados, optaron establecer un centro donde se pudiera prestar atención a quienes la requerían. Para ello utilizaron unos terrenos que pertenecían a doña Celia y a la señora Ofelia Sáenz de Osuna. Ambas donaron sus respectivas propiedades para poder iniciar allí la construcción de los edificios que albergarían a los niños.

Aún cuando doña Matilde y doña Celia tuvieron participación destacada en la fundación de la casa hogar que lleva el quien nombre de la madre de ambas, doña Paulita Osuna García, los datos disponibles indican que fue en doña Celia sobre quien recayó la mayor responsabilidad para el establecimiento, primero, y la consolidación, después, de este centro de atención niños a desamparados de la región de El Limón, Tam.

Doña Celia Osuna Osuna, nació el 18 de mayo de 1908 en Torreón, Coahuila, en plena época pre-revolucionaria, hija del profesor Gregorio Osuna Hinojosa y la señora Paulita Osuna García. El profesor se incorporó a su tiempo a la revolución con el señor Carranza. A la región de El Mante actual, que por entonces todavía era conocida como Canoas, llegó en 1921, precisamente cuando se concretó cambio de poderes de Quintero a Canoas que, con ese motivo, pasó a llamarse Villa Juárez. Su residencia se fijó en la hacienda La Unión, propiedad de su padre, el general Osuna Hinojosa, quien allí tenía un trapiche para moler caña y convertirla en piloncillo que comercializaba en Tampico, Ciudad Victoria y otros lugares, participando toda la familia en el empaque del mismo. Producían unas piezas pequeñitas que, según los relatos de gente que vivió la época, eran del «tamaño justo para endulzar una taza de café», por lo que eran muy apreciadas por los consumidores. El medio de transporte para el producto era el ferrocarril, por la vía Monterrey- Tampico, puesto que por entonces en la región de Canoas solo existían caminos de herradura

Doña Celia se entregó activamente a las labores propias de la casa familiar, aunque también le tocó hacerse cargo de un conmutador telefónico que estaba en la hacienda de su padre, intercomunicado a varias haciendas de la región. Recuerda que era una línea común y cuando había una llamada sonaban todos los teléfonos en todas las haciendas y todos contestaban hasta que quien llamaba se identificaba y los demás colgaban, aunque no faltaba se quedara escuchando la conversación. Ello daba lugar a que quienes hablaban inglés lo hicieran en ese idioma o bien en chino, pues había muchos chinos en la región, como el señor Woon Foon Chuck y otros. «Había que imaginar lo que sufrían los enamorados cuando querían decirse por teléfono algo íntimo, pues podía haber oídos extraños escuchando», solía contar doña Celia con un rasgo de buen humor.

Agregaba que cuando había algún enfermo grave el teléfono era una bendición, pues se podía comunicar a Ciudad Victoria con algún doctor para que diera instrucciones de como atenderlo, pues en la región no había médicos por esos años.

En 1924 sus padres la enviaron a Laredo, Texas, para que aprendiera inglés el y allí permaneció dos años, viéndose obligada a regresar al país por haber contraído paludismo. Por entonces la mayoría de sus hermanos ya estaban casados, aunque había otros estudiando en Monterrey.

En 1933 contrae matrimonio con el coronel Aristeo Hernández, médico militar, quien había llegado a la región para hacerse cargo de la atención de la salud de los trabajadores del Ingenio del Mante, viviendo el matrimonio en una casa propiedad de la Compañía que operaba la empresa. Allí nacieron sus dos hijos y allí permanece hasta 1938 teniendo que abandonar esa casa a causa de la expropiación del ingenio, trasladándose con su familia a Ciudad Valles, S.L.P., donde atiende una botica y vive hasta 1942, para irse a Tampico a donde fue transferido su esposo a causa de la II Guerra Mundial, ya que se le otorgó el nombramiento de Director del Hospital Militar del Puerto. También lo comisionaron a Tepic, Nayarit y a Cerritos,

Doña Celia se entregó activamente a las labores propias de la casa familiar, aunque también le tocó hacerse cargo de un conmutador telefónico que estaba en la hacienda de su padre, intercomunicado a varias haciendas de la región. Recuerda S.L.P. que era una línea común y cuando había una llamada sonaban todos los teléfonos en todas las haciendas y todos contestaban hasta que quien llamaba se identificaba y los demás colgaban, aunque no faltaba se quedara escuchando la conversación. Ello daba lugar a que quienes hablaban inglés lo hicieran en ese idioma o bien en chino, pues había muchos chinos en la región, como el señor Woon Foon Chuck y otros. «Había que imaginar lo que sufrían los enamorados cuando

Terminado el conflicto bélico que involucró a todo el mundo «civilizado», en 1947 cambió su residencia a la Ciudad de México permaneciendo allí 12 años, pues en 1959 se radica en Monterrey, donde actualmente vive. Cabe decir que antes de irse definitivamente a «La Sultana del Norte», tuvo una corta estancia de Ciudad Mante, aunque la falta de escuela secundaria para sus hijos incidió en la decisión de cambiarse a Monterrey.

En su juventud en la hacienda La Unión, doña Celia supo de los frecuentes casos de agresiones físicas y ataques sexuales que sufrían los niños o las niñas hijos de los trabajadores del campo. Le horrorizaba que algunos abusaran de las niñas ante la casi permanente pasividad de las madres. Y también deploraba los maltratos cuyas huellas advertía en los cuerpos, generalmente desnutridos, de pequeños de escasa edad.

Frecuentemente eran llevados a la casa de la hacienda algunos para que se les atendiera de sus lesiones y ella los trataba con verdadero amor, prodigándoles cuidados mucho más allá de una simple curación. Pero había otros a quienes lo que les afectaba era la pobreza de sus padres, quienes simplemente no podían darles lo necesario. Por eso abundaba el raquitismo en toda la región.

En vista de la situación, doña Matilde y doña Celia decidieron formar un Patronato que se hiciera cargo de la operación y sostenimiento de una casa hogar donde se atendiera a niñas y niños de la región, proporcionándoles alimentos, ropa, conocimientos escolares para que pudieran valerse por si mismos en la vida. Pero dentro de todo ello siempre hubo un ingrediente muy especial: el AMOR, pues entendían que solo por medio de él los pequeños podrían superar los traumas que padecían desde sus primeros años. La dirección la ejerció, por consenso, doña Matilde.

Años más tarde doña Matilde tuvo que irse a vivir a la Ciudad de México y dejó la dirección de la Casa Hogar, haciéndose cargo de la misma doña Celia. En 1969 se funda la Asociación Civil «Mamá Paulita», A.C., recayendo en doña Celia el nombramiento de directora ejecutiva. Y es en 1974, a la muerte de su esposo, el Coronel Aristeo Hernández, que se traslada a la Casa Hogar para estar personalmente al pendiente de funcionamiento, quedándose allí por 18 años, hasta 1992, en que se retiró nuevamente a Monterrey, dejando el Patronato a cargo de su sobrino, el doctor César Méndez Osuna.

Durante la gestión de doña Celia se construyeron dos casas: una para niñas y otra para varones, además de un plantel para escuela pre-primaria para los niños atendidos allí. Se inició un programa de clases técnicas para adultos de la región, en forma gratuita, que se dan por las tardes.

Una comisión que doña Celia desempeñó con especial entusiasmo, fue la de Presidenta de la Federación de Sociedades Misioneras de la Iglesia Metodista de la Frontera, en los años de 1963 y 1964. Ese puesto le dió la oportunidad de viajar y conocer a otras instituciones que desarrollan programas de auxilio a la niñez y al ser humano, en Estuvo general. numerosas comunidades de instintos países y de cada uno obtuvo experiencias que aplicó provechosamente en la Casa Hogar «Mamá Paulita», A.C.

Hoy, a cuarenta años de distancia, esta noble institución alberga a niñas y niños a quienes se les está ayudando a construir un futuro sano, de progreso y de amor, para que sean personas útiles a sus familias (los que las tienen) y a la sociedad, en general. Ya suman cientos los egresados que han, incluso, continuando estudios superiores y hecho una carrera.

Naturalmente, por la Dirección de la Casa Hogar han pasado personas sumamente valiosas; igualmente el Patronato está formado por gente sensible a las necesidades ajenas, que entrega su tiempo y recursos para el sostenimiento de la Institución, que es totalmente ajena a programas oficiales, lo que representa mayor mérito.

Pero, de entre todas, la figura de doña Celia, hoy de luminosos 90 años recién cumplidos, sobresale y brilla con luz propia. Y doña Paulita Osuna García, su señora madre, desde el cielo debe sentirse orgullosa del trabajo de su hija, porque siguiendo su ejemplo siempre trabajó sin esperar más recompensa que ver realizados a los niños a quienes se atiende en la Casa Hogar «Mamá Paulita», A. C.

Cd. Mante, Tam. Verano de 1998

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