El puente de la esperanza
Debieron pasar más de 15 años para terminar con la leyenda negra del “puente roto”, ese símbolo de abandono y desdén que por años representó la falta de visión y compromiso de gobiernos que ni veían ni oían al pueblo. Un estigma que marcó a toda una región, y que resumía en concreto y acero la indiferencia hacia las verdaderas necesidades de la gente.
Ayer, finalmente, el gobernador Américo Villarreal puso en servicio esta necesaria obra que durante años fue un cuello de botella por el denso tráfico en el entronque de la avenida hacia la zona industrial de Altamira y la carretera Mante-Tampico. Una zona estratégica para la movilidad, la economía y la vida cotidiana de miles de ciudadanos.
No fue una promesa más. Fue un compromiso hecho desde el inicio de su administración, y hoy es una realidad tangible. Américo cumplió su palabra empeñada. Y en el acto de abrir ese paso, también cerró un capítulo de rezago y frustración.
Literalmente, el puente de la esperanza tiene hoy nuevos cimientos. Cimientos firmes, como los de su gobierno, como él mismo lo dijo con convicción. Porque cuando hay voluntad, cuando hay decisión de gobernar con el oído en el pueblo y la mirada puesta en el futuro, nada es imposible.
Hoy, el “puente roto” ya no es una vergüenza. Es un símbolo de que sí se puede. Es, como debe ser, un puente hacia adelante.