Por Carlos Acosta
Los largos veranos de la infancia
siguen vivos en el hombre que regresa
Luego de tantos años
Tampemol ya no es el mismo
Baja del autobús en la i griega
Viene solo
Había dicho a su mujer:
si uno visita el pasado
es mejor hacerlo a solas
Camina la calle principal
que por cierto
ahora es bulevar
No está la cantina Los Parientes
ni el Cine Terraza en blanco y negro
Sube la calzada que lleva al poniente
dobla tres cuadras a la izquierda
Llega a la plaza
Ya no están las cuatro ceibas centinelas
ni el puesto de charamuscas
ni el tepache de Don Libo
La torre de la iglesia sigue imperturbable
Las campanas silenciosas
Pasa muy cerca del arroyito:
ya está seco
¿Aquel hombre de andar lento
es su joven amigo José Rosas?
De pronto lo invade un arrepentimiento
«No vuelvas al sitio de tus viejas alegrías»
Pero sigue
No se da cuenta
que ha perdido la noción del tiempo
Ignora si ha caminado por dos horas
dos meses
dos años
Nadie podría apartarlo del camino
Sabe que los encontrará
En algún lugar
los largos veranos de la infancia siguen vivos