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sábado, septiembre 21, 2024

VISIÓN ANTICIPADA

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POR: ALICIA CABALLERO GALINDO

Cada mañana bajo a la cafetería que se encuentra en la primera planta del edificio donde trabajo. Es un edificio colonial como la mayoría de los que se encuentran en el centro de San Luis Potosí, capital del estado del mismo nombre, siempre es agradable sentarse en los portales cuando empieza a calentar el sol y tomar una taza de café. Usualmente lo hago sola, soy muy independiente y me gusta dialogar con la soledad en mis tiempos libres. Dirijo una empresa contable y a veces me cansa estar entre tanto número, entonces camino en el parque cercano o me siento en la cafetería ante una taza de café. Me gusta ver el ir y venir de la gente y mirando sus rostros, preocupados, enojados, contentos, percibo un universo en cada persona y me imagino que son pequeñas esferas que se cruzan en su deambular sin mirarse siquiera inmersas en sus propios mundos. Es divertido intentar imaginarse su estado de ánimo con observar sus rostros.

Esa mañana húmeda y lluviosa, me sentía un poco deprimida; trabajé muy duro en un balance y algo salió mal, suelo ser perfeccionista y una información equivocada dio al traste con el trabajo de toda una semana y eso me molestaba. En momentos así suelo dejarme llevar por mis emociones y a veces… me llevan por rumbos que no deseo, entonces reacciono, me sobrepongo y prosigo, tratando de ser objetiva. A veces pienso que vivir así no vale la pena y entro en un estado de ambigüedad y aburrimiento del que me cuesta salir. Me gustaba platicar con mi abuela, era la única que me sacaba de mis locuras pero ella, ya no está aquí, murió hace dos meses y la extraño. En días como hoy, siento que mi vida no tiene sentido y eso, me hace sentir vacía. A mis 34 años, no confío en nadie desde el día que Aarón me traicionó dejándome plantada para irse del país. Sufrí mucho pero me repuse y decidí que no amaría a nadie.

Mientras estaba hundida en mis pensamientos miraba sin ver el ir y venir de la gente por la banqueta a lado de mi mesa. Yo me sentí como una isla ajena al mar que me rodeaba. Algo pasó, sentí que todo se detuvo, la única acción manifiesta era un hombre vestido de mezclilla y camiseta blanca, empujar a otro a las ruedas de un autotransporte urbano, después de arrebatarle el portafolios para correr y perderse en la muchedumbre. Fueron apenas unos segundos y todo volvió a la normalidad. Pensé que era una alucinación producto de mi hastío del momento. Después de pasada la impresión me levanté y me encaminé a la caja, pagué y salí a la calle. Pensé que debo convivir más con otras personas y romper la coraza en la que me he aislado, esa actitud mía no es saludable y me está afectando.

Regresé a mi oficina y olvidándome del incidente, me concentré en mi trabajo, me puse audífonos para escuchar música. Por momentos me asaltaba el recuerdo de aquel extraño incidente de la cafetería. Al llegar por la tarde, a mi departamento, me recibió Lolo mi perro pastor australiano; su único requerimiento era que lo sacar a correr al parque, son perros muy activos y para su salud emocional es necesario darles libertad de correr en un espacio abierto. Esa tarde, no estaba de humor para hacerlo, además estaba muy húmedo el ambiente. Preferí quedarme a leer antes de acostarme para iniciar de nuevo la jornada. A veces me parece que cada día es copia del anterior y del siguiente y eso no me gusta pero los cambios me asustan un poco, tal vez porque no quiero sufrir decepciones, los amigos se cuentan con los dedos de una mano y… ¡sobran dedos! El amor

sincero es algo extraño y escaso. Por eso la soledad se torna más cómoda pero a veces cansa. Lolo era mi única compañía sincera en la ciudad, mis padres vivían en un pueblo cercano y los veía poco. Esa tarde leí un buen libro escuchando el sonido de una lluvia tenue que acariciaba la ventana de mi habitación. Después de un rato, me dormí.

Al día siguiente todo me pareció distinto y amanecí animosa. A las diez de la mañana, bajé al café y me quedé paralizada porque en forma extraña se presentó ante mis ojos la escena del día anterior y que siguiendo un impulso inconsciente, me levanté de mi silla y alcancé al hombre del portafolio para detenerlo antes de llegar a la orilla de la calle y gritarle ¡CUIDADO! ¡Tu portafolios! Porque el hombre de la camiseta blanca estaba casi alcanzándolo. Él se sorprendió y abrazó instintivamente su maleta volteó hacia atrás y vio al hombre que al sentirse descubierto, lo aventó hacia la calle pero éste alcanzó a detenerse de un poste salvando la vida. El agresor, huyó y se perdió entre la gente. El desconocido del portafolio se quedó aturdido por la rapidez de los hechos y comprendió que yo lo había salvado de un robo y una muerte segura y se preguntaba cómo lo había descubierto.

Pasado el momento del impacto emocional me sonrió con simpatía y tendiéndome la mano se presentó

–Soy Abdiel Márquez y acaba de salvarme la vida, y la nómina de mis empleados ¿Puedo invitarle un café?

Cuando estreché su mano y nuestros ojos se cruzaron, algo nos hizo sentir que ya nos conocíamos. Caminamos juntos a la cafetería y conversamos sin pensar en el tiempo. Una esperanza se agitó en mi alma. Creo que son cosas del destino o… ¿Será que puedo anticiparme al tiempo?,¡no lo sé! Por lo pronto viviré el momento.

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