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viernes, julio 26, 2024

Hoy en mi cumpleaños, carta a mis hijos

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Por: Reyna Contreras

Si el gusto por la lectura es genético, puedo entonces decir que lo herede de mi papá-abuelo.

A él le gustaban las revistas de vaqueros, esas de pura letra y sin «monitos».

Me sentaba cerca de él y no sé cómo, me hice de revistas de notitas musicales, derepente me ví coleccionándolas, aparte me enteraba de la farándula. 

Las leía y releía. 

Yo lo veía que él se perdía en la lectura, podía durar horas leyendo. 

Ponía una silla que daba la oportunidad de ver hacia la carretera, la federal que te lleva al norte.

Esa carretera yo la veía tan lejana e incierta como ver los años que le faltaban a mi vida para crecer. 

Y hoy me veo al espejo y sigo siendo como niña, porque la vida… ¡no deja de sorprenderme! 

Y el gusto por el periódismo supongo que nació por ese gusto de leer.

Elegí comunicacion, no en la universidad que quería sino en la que se podía.

Mi vida iba tomando rumbo, ya entonces había hecho mis pininos en «el tlempo» el periódico de mayor circulación en la ciudad.

Recuerdo que me tocó escribir «escándalo juvenil » ¡ Qué tiempos aquellos!.

Y de repente 

¡pum! Me vi con un bebé que me hacía llorar porque yo inexperta no sabía cómo o con qué calmar su llanto; fue un peregrinar por todos los pediatras del Mante. Lo único que me falto fue ver a un cura para que le pusiera agua bendita para las maloras porque casi le danzaba en busca de una solución a ese llanto nocturno y prolongado que hacia explotar mi temperamento que por cierto, cual proceso de embarazo se gestaba apenas, como parte de mi personalidad. Porque en ese tiempo yo era tímida. (Después fui temida pero esa es otra historia)… 

Otro pedazo de mi alma…

Para caminar o correr debes primero gatear, dicho de otro modo para aprender debes caerte tantas veces hasta que lo logres; y sí…

Llega mi tesoro 2 y me pone la vida de cabeza, a él lo culpo porque los cuchillos entraron en mi piel, la cesárea más dolorosa, yo creo que casi me moría porque recuerdo un frío espantoso y a una enfermera a mi lado que no me dejaba dormir y me hablaba y me movía, me sarandeaba ¿ acaso así llegará la huesuda por uno? Fría, helada ? 

Tenía por piecitos unos rifles – estaba largo el guerco-

Ya para entonces tenía mis años de experiencia como maestra de la prepa Mante; con mi primer hijo me falto madurez y fui rígida, con este más flexible pero se llevo unas buenas; dice mijo el grande que se parece a mi, puede ser, es con quien más peleo. Pero se me cuadra, eso sí.

Y la cereza del pastel?

Mi » pichonchis » » mi galletita» mi «pikuki» mi » pipiringuis » el adorado y deseado, el inesperado, la culminación de mi etapa productiva. El amado, el protegido por sus hermanos el que ya no es nuestro bebé, el que tiene enamorado a mi marido, el que cumple años el mismo día que mi hijo mayor, el cierre de la fábrica de niños.

Ellos me han enseñado mucho, no lo digo con soberbia; con humildad les presumo que he aprendido de ellos la prudencia, la tolerancia y sobre todo que hay circunstancias, momentos y situaciones que necesitan de nuestra reflexión, de parar, de respetar formas de pensar diferentes a las nuestras, de entender que mientras pensemos que siempre tenemos la razón seguiremos «atorados», que es mejor el respeto, que las guerras de ideas. 

Y lo mejor, que saben amar ¡ me saben amar a mí! Que me lo dicen y lo que me hace sentir muy muy feliz, a pesar de mis garrafales errores, me agradecen siempre que pueden el hecho de ser su mamá. 

Gracias gracias gracias

Gracias Dios, gracias vida,

Gracias hijos, ¡los amo hasta el infinito y más allá!

 

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