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viernes, julio 26, 2024

LEYENDAS (SEGUNDA PARTE)

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Compiladas por: ADÁN ECHEVERRÍA

Para rescatar la tradición oral de nuestra actualidad, decidí revisar con mis alumnos algunas de las historias que se cuentan en sus familias, de sucesos que pudieran parecerles extraños, y que siempre se cuentan en la sobre mesa, y en ocasiones para intentar causar esa sensación de miedo en los pequeños de cada familia. Estas son algunas de ellas.

Los búhos de trapo

En un tranquilo pueblo de San Luis Potosí, se cuenta una antigua historia que ha sido transmitida de generación en generación. Los habitantes del lugar creen firmemente que los búhos, conocidos allí como tecolotes, son en realidad brujas disfrazadas.

Según la leyenda, en cierta ocasión un valiente poblador logró matar a uno de estos tecolotes. Cuando se acercó a revisar el cuerpo del ave, descubrió que en lugar de tener tripas, el búho estaba lleno de trapos enredados. Este hecho reforzó la creencia de que los tecolotes eran brujas.

En otro momento, una familia se encontraba acampando a la orilla del río durante la noche. Eran tres hijos y su padre. Cuando se disponían a dormir, un tecolote comenzó a cantar desde un árbol cercano, emitiendo su característico y aterrador sonido. El padre, al ver a sus hijos angustiados, decidió enfrentar al tecolote con su rifle de caza. Al dispararle, el tecolote cayó muerto y para sorpresa del padre, no tenía tripas ni carne como cualquier otro animal, sino su interior era todo de trapos y remiendos de tela.

                                                                                          Contada por: Jesús Yael Goytortúa Villanueva

El niño llorón

Cuenta mi abuela que, hace muchos años, una joven se mudó a un lado de su casa; la joven estaba embarazada; dice mi abuela que al poco tiempo ya se había aliviado, pero no miraba al bebé ni nada.

Mi abuela tenía plantas atrás de su casa. Acostumbraba regalarlas por la madrugada, un día escuchó el llanto de un bebé y pensó que era el bebé de esa joven. Al día siguiente se repitió el mismo llanto en la madrugada, y los días siguientes.

La joven se fue de ahí, y pasaron los días y el llanto en la madrugada se seguía escuchando. Mi abuela nos contó que al principio nadie le creía, pero un tío, durante un fin de semana que estaba borracho lo comprobó en la madrugada.

Mi abuela se acostumbró al llanto sabiendo que la chica ya no vivía ahí. Mis primas contaban que al jugar en el patio les jalaban el cabello, ellas corrían y les contaban a todos; era difícil de creerles porque eran solo niñas”

Con el tiempo se fueron normalizando esas actividades paranormales en nuestra familia, ya que mis primos y yo estábamos jugando fútbol y de la nada nos aventaban piedras; incluso, una vez estábamos todos en un cuarto jugando a las luchitas, de la nada se apagó el foco de la luz y bruscamente se cerró la puerta del cuarto.

Mi abuela ya no le sorprendía nada; solo decía que lo maldijéramos cada que nos hiciera algo y así él se tendría que ir. Ella misma contaba que el niño le hacía travesuras. Un día nos confesó que, mientras lavaba los platos, lo miró colgado de una reja. Su método para enfrentarlo era solo maldecirlo y aquel desaparecía.

Al pasar del tiempo mi abuela cuenta que lo sigue escuchando, solo que ahora es el llanto de un adulto.

                                                                                                        Contada por: José Saldaña

Bruja o fantasma en el rancho

La leyenda o historia fue contada por mi padre y mi abuelo quienes fueron los que acontecieron este suceso. Hace ya más de 20 años que sucedió en el rancho de mi abuelo, el cual se encontraba detrás de una empresa química que procesaba flúor. Ellos, al dedicarse a la venta de leche y quesos, tenían que ir a ordeñar las vacas a diario; aproximadamente entre las 3 y 4 de la mañana. En ese tiempo a mi abuelo le habían amputado una pierna y el que se encargaba de ordeñar era mi padre, pero mi abuelo lo acompañaba y se quedaba arriba de la camioneta.

Un día sucedió algo fuera de su rutina; mi papá se encontraba ordeñando como de costumbre, cuando por un camino de tierra venía caminando una señora ya muy mayor de edad; pero traía puesto vestido completamente blanco. La señora se metió hasta donde se encontraba mi padre ordeñando para preguntar una dirección y pedirle dinero, según lo que me contó. Mi papá le dio unas monedas y la señora se fue; solo habían pasado algunos minutos cuando mi abuelo después de haber escuchado lo que la señora le pidió a mi padre, lo llama y le dice: -¿Quién era? -Una señora ya muy vieja, quería dinero y saber cuánto faltaba para encontrar la colonia más cercana.   -¿Le viste los pies? Mi papá le dijo que no.

Ve a buscarla; si es una vieja, como dices, no debe haber llegado lejos. Mi papá fue a seguirla por el camino, era un camino larguísimo por lo cual la señora debía verse, ya que caminaba muy despacio. Papá no encontró señal alguna de la señora.

Por lo cual mi abuelo le dice: Qué bueno que no le viste los pies, porque te pudieron ocurrir varias cosas. Te hubieras asustado a tal punto de no poder moverte. Al darte cuenta de que no tenía pies, podría haberte hecho algo muy malo. No era una persona real, era una bruja o un fantasma penando, fue por eso que te pidió la dirección de la colonia. Y en caso de que te hubieras portado mal con ella o no la ayudarás te hubiera hecho o pasado algo malo.

Mi abuelo sabía que no era humana porque junto con sus hermanos ya habían experimentado varios casos iguales en ese rancho. Y varios de los vecinos habían sufrido distintos tipos de consecuencias al no ayudar a ese tipo de seres.

                                                                                       Contada por: Santiago Arredondo Pérez

 

La carreta sin jinete

Cuenta mi mamá que en el pueblito de donde ella es se cuentan muchas historias; una de ella es la de la carreta sin jinete.

Había un grupo de jóvenes que les gustaba mucho salir a dar las mañanitas a los que cumplían años, y lo hacían entre las 12 de la noche y 1 de la madrugada.

En una ocasión fueron a dar las mañanitas a un ranchito de ahí cerca, a una muchacha que era sordomuda llamada Mireya. Cuando llegaron a la casa de la cumpleañera ellos no sabían que la muchacha era sordomuda y empezaron a cantar las mañanitas. En ese momento salió su mamá, doña Reina, y les dijo que la muchacha no los podía escuchar porque era sorda, ellos dejaron de cantar y tocar sus guitarras y escucharon ruidos en la carretera, pero no se veía nada. Asustados se escondieron tras unos arbustos para ver quién iba por el camino, cuando de pronto vieron que era una carreta antigua, pero nadie la iba dirigiendo. Quedaron muy espantados y corrieron hacia dentro de la casa, ahí los resguardó la señora y los dejó ir hasta que amaneció.

Esta carreta suele aparecer cuando se acerca el día de muertos, aparece desde las orillas de la población y recorrer las calles hasta desaparecer del otro lado. Desde entonces aquel grupo de jóvenes dejó de salir si no eran acompañados por varios adultos para seguir tocando las mañanitas a los cumpleañeros del público.

En unas vacaciones que fui a casa de mi abuelita; por la noche la vi levantarse como a la una de la madrugada y escuché como sonaban las ruedas de la carreta entre las piedras del camino y también se escuchaba a los caballos, pero ni ella ni yo quisimos asomarnos para ver lo que había afuera.

                                                                                                              Contada por: Nicolás Castillo

Un rancho llamado…

En un rancho llamado Ceilán, ubicado cerca de Ciudad Victoria, Tamaulipas, a las afueras de la ciudad, más pegado a los montes y cerros, vivía una pareja de abuelos en una casa; una tarde sus hijos fueron a visitarlos, decidieron beber, por el hecho de reencontrarse; felices y en plena convivencia, un hijo de los ancianos decide ir a orinar atrás de la casa; había mucha niebla, frío; la noche había caído sobre ellos, sin embargo era un lugar con milpas, donde no se podía ver bien, y se sentía una vibra súper extraña.

Al orinar, y percatarse de una presencia tras él, voltea para ver el fondo de la milpa y entre los árboles alcanzó a distinguir una silueta. Contó que era un hombre alto, vestido de soldado; en ese lugar varios locatarios han reportado apariciones y avistamientos de dicho soldado, entonces la persona se quedó aterrada y pasmada.

Regresó a la parte de enfrente con sus demás familiares, y le contó a un primo lo que había visto; no le creyeron, pensó que era por efecto del alcohol. La fiesta siguió y al rato se dieron cuenta que un primo había desaparecido.

Empezaron a buscarlo y se percataron que el perdido estaba en la parte de atrás, entre la milpa y el monte, miraba la lejanía, estaba maloreado, como poseído. Repetía que se quería ir de ese lugar, entonces lo meten a una habitación, lo acuestan. Había mucha tensión en los que lo ayudaban, porque al tipo le salían varias voces cuando intentaba hablar, era como si hubiera cambiado de personalidad.

Una tía de aquel grupo era religiosa, y empezó a tratarlo, a rezar, a tratar de que se sintiera mejor, ya que la persona pateaba e insultaba diciendo muchas groserías, hasta que después de una sesión, pudo volver a la normalidad, solo se sentía cansado, y no pudo contener el llanto… No se supo nada después de ese extraño suceso.

                                                                                                      Contada por: Juan Carlos Ramírez

De los muertos que se despiertan cada 31 de octubre

Muchas personas creen que los fantasmas no existen, pero la realidad es otra. En las colonias Obrera, Acuario y Santa Elena, cada 31 de octubre se dejan ver ante los demás; pero esto se remonta mucho tiempo atrás cuando todos esos terrenos solamente eran el rancho Santa Elena y los narcos satánicos estaban en su punto máximo de fama y trabajo. Se supo que enterraban los cuerpos de sus víctimas cerca del racho. Las tres colonias mencionadas tenían cadáveres por todos lados, y como los cuerpos eran usados en sus ritos, se quedaban con esa energía maldita.

Por eso no hay casa en la que falte una cruz. Ya de por sí te hablan o te gritan estos espíritus solo para asustar, pero muchos dicen que no son espíritus sino demonios.

Aún hoy sueles escuchar tu nombre, pero eso no es lo peor; ya que cada 31 de octubre los demonios se dejan ver, toman forma de payaso, o de diferentes animales comunes. Se cuenta que siempre que es Halloween se pierden niños en esas colonias. Por eso siempre la gente se reúne para pasar en grupos por las calles de estas colonias ya que nadie quiere ser el siguiente desafortunado en desaparecer.

Se cuenta que hay un señor que llegó a escaparse de estos demonios cuando tenía 15 años. Primero vio a un tipo alto y sombrío que seguía a una flamante señorita, hasta que en un parpadear ni uno de ellos estaba. Se asustó y corrió por las calles de la colonia, pero los locales estaban vacíos. Sintió que él sería la siguiente víctima de aquel tipo sombrío, cerró los ojos, oculto tras de una barda, y sintió que ya era víctima de este demonio. Lo que lo salvó fue que el demonio decidió llevarse a otra niña en vez de a él.

Por eso, desde aquel día, se arma de valor y sale con sus amigos en busca de estos seres para evitar que más niños sean desaparecidos.

El señor que me contó esta historia ya murió hace mucho tiempo; la última vez que lo escuché decir este pequeño relato, yo tenía 7 años.

                                                    En memoria del señor Juan Contada por: Patricio Hernández

 

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