POR: MIGUEL ÁNGEL VILLALOBOS GÓMEZ
NO ES QUE TE EXTRAÑE
Algo sucede conmigo,
no es que te extrañe,
no, es solo que estas conmigo,
pero yo no.
Cuando avanza el suspiro de la tarde
rasgando mi silencio oscuro,
solazándose
por ser ella su razón
y acariciando esta rústica tristeza,
tus manos danzan
en los últimos rayos de luz,
reptan por mis noches
despertando los sueños muertos.
Sucede, a veces,
que te siento en mi voz,
temblando en un canto murmurado,
susurrándome silencios
viviendo una absurda pesadilla
de la que no puedo despertar,
muriendo a solas.
No hay sustancia más letal
que tu recuerdo
respirado en una tarde
moribunda
de un marzo agotador,
interminable
poblado de nostalgia
lejana y putrefacta,
mucho más allá
del extraño horizonte
que al igual que al poeta,
me cansa los ojos
y me provoca
esta mirada vidriosa,
un poco más allá del llanto.
En esta tarde sin lluvia,
el silencio agotador,
pesado,
turbio,
me repite tu nombre sobre el pecho.
No creo que en éste instante
de mi silente ocaso,
en el marzo que escurre
entre mis miedos viejos,
en estos nuevos días
me suceda algo nuevo,
más probable es que llegue
un gris desasosiego.
Algo sucede conmigo.
No es que te extrañe,
no,
es solamente
que me quedé contigo.
DESPERTAR
Vuelo una vez más
sobre este abismo
donde a veces sucede
un verso inerte.
A cielo abierto
mi pasado se desplaza
desde el fondo
voraz
de mi destino.
El espíritu audaz,
beligerante,
quiere fugarse aprisa,
sin palabras,
pero, como sabemos,
del sueño nadie escapa,
solo despierta al sueño de la vida.
A lo lejos, el alba,
me recuerda otros sueños,
sinuosos devaneos
sobre las horas largas,
como sobre las olas,
laxa, rota,
sin rescoldos,
navega la nostalgia.
El horizonte llama,
sigiloso,
nombrándome la vida,
abro los ojos al silencio
agotador, feroz,
luminiscente…
y un poema
candente
me asesina.