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viernes, mayo 17, 2024

TERAPIA INTENSIVA

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La vida ha querido que desde hace varias semanas aprenda a valorar aún más todo lo que tengo. Gloria, la mayor de mis hermanos, ha estado gravemente enferma ingresada en dos ocasiones en terapia intensiva. 

Después de recuperarse de una fuerte infección, la dieron de alta, pero duró menos de veinticuatro horas en su casa, regresó al hospital cursando con neumonía y de pronto se vio nuevamente internada en cuidados intensivos. 

Después de dos días, sabiendo de su notable mejoría, entré a verla. “Qué bien estás, tienes un semblante hermoso, te veo lindísima…¡Ya vámonos!”, le dije emocionada. “Sí, ya vámonos a ‘echar pulgas a otro lado’ ”, exclamó con voz perfectamente audible.

No podíamos con tanta alegría, nos aventamos besos y nos mirábamos a los ojos sin dejar de sonreír. 

“No es lo que dicen afuera de este lugar”, me comentó. “Aquí hay gente muy buena atendiendo a los enfermos, son ángeles, te hablan con amor y hacen que quieras seguir viviendo”, repetía.

Luego, con mucha seriedad me dijo: “Oye, tú que luego escribes, dale las gracias a todos los que están orando por mí, diles que la vida no solo es el ´lingo, lilingo´, existen lugares como éste, donde el trabajo de quienes nos atienden es muy duro, lo hacen por amor, ni siquiera están bien pagados…Nomás vieras cuánto cariño he recibido”, seguía diciendo. “Ya tendré oportunidad de platicarles la difícil vida de estas mujeres y hombres que dedican su tiempo a la salud de los demás”.

Hoy, cumpliendo su petición, hago un reconocimiento a médicos, enfermeras, fisioterapeutas, camilleros, auxiliares técnicos y demás personal que labora en todas las Unidades de Terapia Intensiva del mundo. Gracias por cada instante que les dedican a sus pacientes, por cada diagnóstico y por cada decisión que toman a favor de ellos. Gracias por hacer posible que quienes aún sin conocerlos, alcancen su salud. Gracias por transmitirles alegría y ganas de seguir adelante. 

Son esperanza viviente, ojos, oídos y corazón de los familiares y amigos de las personas que cuidan. Son, como dijo mi hermana, ángeles sin alas que a pesar del cansancio y los problemas personales  entregan profesionalismo y sacrificio en su trabajo. Gracias por salvar vidas y convertirse en héroes anónimos de muchas familias en el mundo. Nuestro reconocimiento para todos ellos.

Mi hermana aún está delicada, en proceso de recuperación. Nos sorprende constantemente con su buen humor y ganas de vivir. Agradecemos a Dios su gran fortaleza.  Aún seguimos esperando el día en que nos podamos ir a “echar pulgas a otro lado”.  

 

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