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sábado, septiembre 7, 2024

CÓMO TE EXTRAÑO 

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POR: CARLOS ACOSTA

1 La casita de ladrillo rojo estaba al poniente de la ciudad. Por el rumbo de la Estación del tren. Como quien va por el camino que lleva a las faldas de la Sierra Madre. Era un cuarto pequeño, aislado de una casa grande, rodeado por un jardín siempre húmedo y vivo. Ahí vivíamos -pagábamos renta- mis padres, mi hermana, mis dos hermanos y yo.

2 En un rincón, que hacía las veces de cocina, teníamos una estufa de petróleo y la mesa con tres sillas. Otra mesa, más chica, fungía como trastero. El resto de la habitación, servía como sala y dormitorio. Dos camas individuales y una cómoda. En la pared, colgada con una cinta roja, la guitarra, el instrumento de trabajo de mi padre. El baño estaba afuera. 

3 Era breve el espacio, pero nosotros sí estábamos ahí. E incluso, en el invierno de aquel año nos dimos el lujo de poner un árbol de  navidad. Lo tengo muy presente: era una vara de la punta del henequén, forrada con algodón, a la que le colgamos diez o doce esferas y adornamos con una estrella de papel en tono rojizo en lo más alto. No tenía foquitos de colores. Pero aquella ilusión con la que lo pusimos -los seis de la familia- de verdad, y aun con tantas cosas que he vivido, puedo decirlo, no la cambiaría por nada.

4 Frente a la casa, sólo cruzando la calle, había un tendajo, en donde se vendían, además de lo esencial para la comida, golosinas, refrescos embotellados y, lo mejor de todo, alquilaban revistas de cómics, las cuales, por cierto, encontraron en mí al más asiduo cliente. Y era atendido por una muchacha de, quizás, dieciocho o diecinueve años y que, a mí, de diez, me parecía una mujer ya adulta y bonita. Meli era su nombre.

5 Todas las tardes Meli ponía su radio, a todo volumen, de modo que se oía hasta nuestra casa la programación radiofónica. De entre todas las canciones, había una que no fallaba. En la voz de Leo Dan, entonces jovencísimo, se escuchaba claramente la melodía: cómo te extraño mi amor por qué será / me falta todo en la vida si no estás / cómo te extraño mi amor qué debo hacer / te extraño tanto que voy a enloquecer… 

6 Todavía hoy, más de medio siglo después, cada vez que escucho esa canción, se me vienen las imágenes de aquellos días. La calle Matamoros, entre la veintiuno y veintidós. La cercana Estación del tren. El grupo de amigos que, cada noche, se reunían en la calle y al cual nunca pertenecí. Y todavía oigo a lo lejos: a veces pienso que tú nunca vendrás / pero te quiero y te tengo que esperar / Es el destino me lleva hasta el final / donde algún día mi amor te encontrará… 

7 Ayer, alguien me dijo que Leo Dan había muerto. Me entraron muchas ganas de decir: no puedo creerlo. Y no lo dije, pero me puse a investigar en Google y corroboré que no es verdad. Se dice que esta, es una manera de dar más vida a la gente. Ojalá. Sin embargo, esa posibilidad me movió mucho en los terrenos de mis afectos. Hoy, un poco más sereno, me fui a Spotify en busca de la canción. Prefiero esta plataforma a YouTube porque en YouTube me dan imágenes y en Spotify, la sola música me concede la eventualidad de recrear mi propia historia. La encontré. Ahí está, viva. Ahora más viva que nunca: ay amor divino / pronto tienes que volver / a mí.

8 Y vivas las imágenes de la casa de ladrillo rojo, la estufa de petróleo, la guitarra colgada en la pared, la entrañable fe de poner, juntos, un árbol de navidad; el tendajo de Meli, su música. Y viva, en algún lugar mío, la gloriosa edad de los diez años.

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