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viernes, julio 26, 2024

DE BONDADES Y TAMALES

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Por: Consuelo González del Castillo

A finales de 1957, la Familia Ferrusca Becerril se avecindó en la ciudad de Querétaro. Procedentes de Toluca, don Antonio y doña Gudelia, buscaban una mejor oportunidad para la crianza de sus cuatro hijos y uno más que venía en camino.

En esa época la manufacturera de fibras sintéticas La Concordia, era una de las fábricas con mayor auge en el Estado, por lo que ofrecía la posibilidad de trabajo no solo a los queretanos sino también a habitantes de otros lugares de la República Mexicana, por lo que de inmediato, don Antonio ocupó el puesto de obrero.

Al pasar el tiempo y con la familia en crecimiento, doña Gudelia, empezó a inquietarse por la situación económica, pues no le permitía darles lo que ella había soñado para sus pequeños. 

Doña Gude fue una mujer adelantada para la época, con inteligencia y visión se propuso ayudar a su esposo para conseguir una mejor economía, así es que en 1963 inició el negocio de venta de tamales. María y Elías sus hijos mayores de 12 y 10 años se encargaban de salir a venderlos.

Dos años después hubo la necesidad de rentar la casa ubicada en Av. Del Río No. 38, al oriente de la ciudad, (hoy Avenida Universidad) así es que un buen día del año 1965 apareció por primera vez en el quicio de la puerta un bote tamalero para indicar que ahí se vendían los tamales de doña Gude. Desde entonces, el trabajo fue constante, no hubo tregua para ella, su esposo, y sus hijos mayores. Para ese tiempo eran nueve descendientes: María, Elías, Jorge, Juan, Miguel, Pedro, Alejandra, Vicky y Eva. Andrés y Sandra nacieron después.

Los tamales del río se hicieron famosos en la sociedad queretana, familias de todos los extractos sociales acudían a comprarlos. En alguna época, le surtió al conocido restaurant La Mariposa. De la fábrica Tremec le llegaron a pedir hasta diez mil para el festejo del 12 de diciembre y cada dos de febrero, día de La Candelaria, mientras las familias festejaban la tradicional fiesta, ellos, trabajaban sin descanso. 

Las bondades no se hicieron esperar, el trabajo y el esfuerzo dieron frutos y los sueños de doña Gudelia se fueron haciendo realidad: Logró darles una carrera profesional a todos sus hijos…les hacía una gran fiesta cuando terminaban sus estudios. Sandra, la última de los once, es egresada del Tecnológico de Monterrey. 

Doña Gude compró automóvil y construyó una casa grande como ella se la imaginó, sin embargo, no se escapó de épocas de dolor y tristeza, pues sufrió la muerte de tres de sus hijos: Miguel, Andrés y Eva y la de don Antonio su esposo. 

Para el año 2000 doña Gudelia tenía una ilusión más: Ir a Roma a la Basílica de San Pedro, cruzar la puerta del Jubileo para ganar las indulgencias prometidas y después iniciar un viaje turístico visitando Tierra Santa y algunas ciudades europeas. En mayo de ese año atravesó el Atlántico y paseó durante un mes. 

Desgraciadamente al cumplirse una semana de su regreso cayó gravemente enferma y a los pocos días murió dejando con su ausencia un lugar insustituible tanto en los corazones de quienes la amaban como en sus clientes, porque…ya nunca se volvió a ver el bote de tamales en la Avenida del Río. 

Doña Gudelia Becerril no solo dio ejemplo de esfuerzo y trabajo, sino que también supo encarnar estos valores en sus hijos. Hoy, su mirada alta, sigue trascendiendo en sus descendientes, pues su bisnieto mayor, Tristán Ferrusca, estudia cinematografía en Barcelona, España. 

 Fuente de la foto: https://www.facebook.com/Antojitos-do%C3%B1a-gude-e-hijos-1579943105626035/

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