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domingo, mayo 12, 2024

EFEMÉRIDES

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Por CARLOS ACOSTA

Gracias doy a las puertas cerradas, a los altos balcones, a la impericia para copiar. 

Con diecisiete años, quería cantar como Bob Dylan, Silvio Rodríguez, Serrat. Nunca pude hacerlo. Y sucedió entonces, que terminé cantando mis propias canciones.

Luego quise escribir a la manera de Neruda, Saramago, Szymborska. Y ya que resultó imposible, empecé a escribir lo mío. Y aquí me tienen. Feliz. Haciéndolo. 

También un tiempo traté de ser, el vivo retrato de mi hermano mayor. Y en vista que no era sino una utopía, tomé la única opción que me quedaba: la aventura de ser lo que yo era. 

Las veredas clausuradas, mostraron mi camino. La torpeza de ser otros, me trajo a ser lo que soy. Y la verdad sea dicha -sin dolor ni vanagloria- no tengo conflicto alguno, sino más bien gratitud, con el espejo y el ego.

*

A los seis años de edad tuve mi primer libro. Era uno de texto gratuito, de los primeros que, en el país, se repartían en las escuelas primarias. Corrían los años sesenta del siglo veinte. 

Después cayeron en mis manos algunos ejemplares que iban más allá de lo estrictamente escolar. Y también estos fueron detonadores de la imaginación, los que abrieron ventanas a nuevos paisajes, otras palabras, amplios vocabularios.

Eran, y a la vez generaban, otros universos. 

Se amotinaron de tal modo, que ocuparon el mundo -las noches, las tardes, los amaneceres. Así hasta hoy, en que llegado el momento, ha sucedido conmigo una metamorfosis:

La piel es una gran página viva; los poros infinidad de letras, signos ortográficos, párrafos, capítulos, de una existencia ordinaria y a la vez irrepetible.

Soy un libro que camina.

Efemérides

Un día como hoy, primero de marzo, pero de mil novecientos sesenta y cuatro, nos fuimos del Antiguo Tampemol. Nos fuimos, sólo es una expresión, porque, al menos yo,  he regresado tantas veces, que cada vez que lo hago, siento que nunca me fui.

Aquel fue un día en el que nuestras vidas se partieron en dos. Ciudad Victoria nos acogió de muy buena manera. Vivimos en cualquier cantidad de barrios. La llegamos a conocer como a las palmas de nuestras manos, o si se me permitiera un lapsus-emocional, como a cada fibra de nuestros corazones. 

En el pueblo se quedaron los verdes maizales de noviembre, la corpulenta ceiba, el ciruelo fosforescente, la profesora Eva. En la ciudad nos recibieron la plaza cívica, la calle Hidalgo, el mapa de Tamaulipas en relieve, el estadio. El tren. La escuela para hijos de ferrocarrileros. 

Irse es nunca volver, escribí cuarenta años después. Ahora, en el sesenta aniversario de aquel día único para nosotros -quizás único sólo para mí-, vengo a estas letras para decir que, Irse también puede ser el camino de regreso.

*

1

Estoy en la sala de espera. Mi mujer y mi hija, en un salón adjunto, entre guardarropas y aparadores, buscan un vestido. No un vestido de tantos, no. Ya han pasado más de dos horas desde que llegamos. A ellas, las imagino felices, viendo una y otras prendas; entre sonrisas de regocijo y miradas partícipes, como cuando la hija era niña y la madre la llevara a comprar un helado. Los años pasan, eso todos lo sabemos. De hecho, pasaron.

2

Ahora la niña es mujer. Y mi mujer, gracias a los Cielos, sigue siendo mi mujer. Casi puedo decir que las veo a través de las paredes. Vamos a quitarle el casi: las veo a través de la pared: ¡Ese te queda precioso hija! ¿Tú crees? ¡Te ves bella! La muchacha, bueno, es que para mí sigue siendo muchacha, se mide uno, otro, otros vestidos. Se mira en varios espejos. Pero no hay mejor espejo que los ojos maternos.

3

En un momento se deciden por uno, luego les gusta otro. Éste me queda padrísimo. No, no, aquel es muy lindo. O quizás éste otro. Frente a los espejos posa de frente, de perfil. Hay en sus ojos, en los de ambas, destellos de esas emociones tan extrañamente escasas: ilusión, sueños, fantasía, imaginación, delirio. ¿Alguien quisiera agregar otros sinónimos?, todos tienen cabida.

4

Estoy en la sala de espera. Yo, que siempre fui el peor de los peores para esperar, ahora lo hago, no sólo con paciencia, sino con ilusión, sueños, fantasía, imaginación, delirio. Y si alguien quisiera ayudar con más sinónimos, todos serán bienvenidos. Hija y madre buscan un vestido. Pero no uno de tantos. Mi mujer le acompaña, la aconseja. Mi hija, la que tanto quiero y que en breves días se desposará, busca su vestido de novia.

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