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viernes, julio 26, 2024

EQUINOCCIO

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POR: MIGUEL ÁNGEL VILLALOBOS GÓMEZ

Despierta suavemente de su sueño, ligero, con el canto escaso y lejano de los pájaros. Abre los ojos, la mirada reconoce la habitación con sus paredes húmedas. Ya el sol se despereza entre las nubes, no hay mucho qué contar del nuevo día. Hoy es igual que ayer y ayer fue igual que todos los días de los últimos años pero esta mañana hay un brillo especial en su mirada, tal vez hoy habrá algo nuevo que contar, aún es joven.

Con parsimonia va dejando las sábanas, posa los pies sobre el piso limpio y fresco, busca con ellos las sandalias degastadas que viene usando durante los últimos treinta meses, ahí están, introduce los pies, se levanta y suspira. Los diagonales rayos de Dajbog iluminan su cara, la acarician, sonríe.

Esperaba este día como a ninguno, hoy inicia la época del astro glorioso y pleno, ocho grados centígrados en el inicio de éste equinoccio y dentro de unos días un poco más. Levanta las manos sobre su cabeza, disfruta sus rayos, nunca, como hoy, ha disfrutado tanto una mañana.

Ha sacudido y ordenado ya la casa que, reluciente, espera la llegada del amado, hoy será un día especial como nunca antes, le tiene una noticia ansiada ya hace mucho tiempo. Se restriega las manos con el delantal que refina su figura de ama de casa amorosa. 

El turno ha sido largo, doce horas, toda la noche y un poco de la tarde del día de ayer. La mano de obra ha escaseado por los últimos acontecimientos – aquí no han llegado pero nos vamos preparando-, piensa. -¿Quién ataca y quién se defiende? ¿A quién culpar cuando la mayor parte de los muertos son inocentes? ¿Habrá alguna vez a quien juzgar?- 

Trata de apurar el paso, a pesar de su cansancio, a pesar de sus dudas y de esa falta de respuestas que acompañan, siempre, al común de las personas, durante la mayor parte de su existencia. Hoy, por un sentido tal vez despertado por la incertidumbre, desea con ansia llegar a su vivienda humilde donde lo espera su amada, ansiosa también por verlo. 

Hoy el sol es un poco más intenso, se regodea vehemente y feroz sobre su rostro. Está a punto de llegar a la calle añorada desde hace unas horas ya, se acerca con un poco más de apuro, descubre esa silueta conocida a lo lejos y sonríe. Faltan solamente unos cuantos metros que le parecen kilómetros.

La mañana transcurre lenta. Los enamorados sienten el mundo inmenso cuando no están juntos y se transforma en un pequeño planeta cuando se reencuentran, así es el tamaño de lo que sienten uno por el otro, no se miran y se sienten solos, y estando frente a frente todos dejan de existir. No es magia, es amor. 

Ella espera el abrazo para contarle lo que ha sucedido la tarde anterior. Él espera, con una extraña sensación, que ésa felicidad que ve en su cara sea por los dos, aunque no le importe otra cosa sino que ella sea feliz.

Cuando se despidieron, ayer, ella le aseguró que lo amaba y él también. Tenía una cita con el médico por no sé qué mareos. Él acudió a su trabajo un poco preocupado pero con la confianza en su juventud. 

Lo dijo ella: fue positivo el examen, pronto seremos tres. Lo dijo él acariciando su vientre: te amo, gracias. Se miraron a los ojos augurando, con ésas miradas, mucha felicidad. 

No escucharon nada, el sonido llegaría después de que ellos ya no estuvieran. Fue una luz intensa que en silencio los hizo desaparecer como por arte de magia. Iban a ser tres y no fueron nada. Desaparecieron como se fueron los árboles, el parque, los edificios aledaños y unas muchas personas más que tampoco se dieron cuenta de lo que se les venía encima. No habrá para ellos  más equinoccios ni solsticios, nada.

¿Habrá culpables? ¿Quién es capaz de encubrir el odio y la ambición? 

Nada justifica la destrucción de nuestro entorno, ni de las personas y sus historias jamás contadas. Esta guerra es una parte terriblemente odiosa pero inevitable en el camino del hombre y su ambición. ¿Habrá un nuevo orden mundial después del incendio del mundo? En aras del progreso hay muchos nuevos descubrimientos. En aras de la ambición y el egoísmo se descubren nuevas formas de matar, cada día más eficientes, cada día más aterradoras. 

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